Deprimida estaba ayer. Llamé a mi psicóloga de confianza. En su consultorio, en lugar de timbrar me dio tono de fax. En su casa, la contestadora con una broma de mal gusto, ¿Qué tal, qué tal…? ¡Te engañé! Deja tu mensaje. Bye. Fui entonces a consulta externa del Hospital de la Melancolía. Sí, claro. Haga cita; para octubre del 2008 la consultamos.
Pero mi Dios no me abandona. Cerca del hospital está un centro comercial. Mixup me dio la primer dosis. Confessions tour de Madonna, Gritos y susurros de Bergman, Flores de alquiler de la Quinta Estación; la segunda dosis corrió a cargo de la librería La Ventana, El turno del escriba, La puta de Babilonia y El oficio de escritor; pero claro, necesitaba terapia de reforzamiento, café del Starbucks y un rol de canela para cerrar sesión. Camino a mi coche, unos zapatos me llenaron la pupila. Número cuatro, negros, por favor.
Bendita terapia. Quedan pendientes los boletos de Sabina-Serrat y Bosé, pero ya me siento mejor.
Lorena Sanmillán
August 24, 2007 at 1:47 am |
Mira de todo lo que se perdió la “psicóloga” por no estar disponible. ¡Que bueno que cargaste las pilas!.
August 24, 2007 at 4:07 pm |
Eres culpable de que se me antojara el Starbucks. Pero me da mucho gusto que estés bien. Me gusta tu forma de escribir. Ayer leí tu cuento y descargué el pdf de Adolescentes. Chido.
August 27, 2007 at 7:09 pm |
Hola Lore
Sin duda salir de compras es la mejor terapia, eso de caminar con las manos llenas de bolsas es un sentimiento universal de bienestar.
Qué posmo somos me cae.
Atte. Lu