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Muerte sin fin

December 1, 2021

Muerte sin fin

Con la venia de Gorostiza

Hay días de otoño que son infiernos. A veces la vida se convierte en una muerte sin fin, acompañada por nueve cantos de largo aliento. Mientras el sol brilla y los demás tienen calor, yo siento el frío en todo mi cuerpo, en mi alma. Accedo a una reunión a la que no iré: no tengo fuerzas para festejar la Navidad. No sé si tengo la conciencia derramada, o sólo llevo en ella un conjunto de pérdidas. Y aquí está la poesía, hablándome como lo hacía antes, cuando todo en mi mundo era algarabía. 

Sabemos, sé, que ya todo está escrito. Hay un poema para cada estado de ánimo y si no lo hubiera habría que sentarse a escribirlo, pero hoy se me escapan las palabras. Nada tengo sino la hoja en blanco. Recuerdos perdidos en la memoria de un celular extraviado. Sólo resta cerrar los párpados y buscar las imágenes que me recuerden lo que ha sucedido, lo que he vivido. Quizá para reencontrarme, quizá para sufrir la pérdida un poco más, quizá para sanarme. El luto tiene sus etapas y no es fácil este tránsito.

Gorostiza lo sabía y supo redimir su sentir en palabras, tomó de epígrafe los Proverbios para hablar de la muerte, de esa muerte que viene de estar lejos de la idea de un dios, mientras convoca elementos naturales, de la tierra, para establecer su filosofía acerca de las paradojas de la existencia. Cuestiona sobre la vida mientras camina hacia la muerte. Toma adjetivos para puntualizar la presencia de los sustantivos que le dan cuerpo a su poema. Sitúa al lector como observador, mientras él toma la cámara y uno a uno enfoca los objetos que lo rodean. Desgrana su todo para compartirlo. Sus palabras obligan a un reencuentro con el pensamiento.

El primer canto habla del agua. Pienso en todo lo que una gota de agua es y recuerdo una escena de la película francesa de 1995, “La ciudad de los niños perdidos”, donde uno de los personajes llora y una de sus  lágrimas cae sobre una tabla que acciona una sucesión de movimientos que culminan en una espléndida descarga de juegos pirotécnicos; los demás personajes observan la escena y uno de ellos dice, maravillado: “Lo que provoca una lágrima”. Pienso en la escena y en las gotas de agua. Alguien dejó mal cerrado el refrigerador de casa y las puertas están llenas de rocío, hay que secarlo; necesito meter la cobija que tengo colgada en el patio para que la lluvia no arruine el lavado y, si no hay lluvia, que no se humedezca con el sereno. El agua, tan vital, tan transparente, tan caótica. El agua de Gorostiza. El agua de mi tristeza. 

Nada es casualidad: abro el Facebook y sale un meme, precisamente con una gota de agua: “El mundo cabe en una gota de agua y en una gota de agua cabe un mundo”. A veces me vuelvo incapaz de llorar: creo que una lágrima me volvería de piedra: estoy hecha polvo.

Lorena Sanmillán