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¿A qué juegas? Entrevista a Mauricio Fernández

April 30, 2010

Estamos en la sala de espera de la oficina del Ing. Mauricio Fernández Garza, alcalde del Municipio de San Pedro. Nos ha citado a las once de la mañana, pero él no sólo es puntual sino que además llega temprano y nos recibe quince minutos antes en su oficina rodeada de arte. Abandona su escritorio y nos sentamos en la sala, a platicar. No es lo mismo verlo en el periódico y criticarlo de lejos. Ahora está aquí de frente, sentado a escasos cincuenta centímetros, grabadora de por medio. Nos saludamos. Le doy los pormenores de la entrevista y le pido tutearlo. Accede con amabilidad, hasta deja ver un gesto afable. Comenzamos.

LQ.- Ya conocemos a Mauricio el alcalde, el empresario,  el promotor cultural, queremos conocer al ser humano, al niño Mauricio. ¿A qué jugabas, Mauricio? ¿A qué juegas, Mauricio?

MFG.-   A las canicas, ahí en el colegio, al pocito. Había promociones comerciales que tenían algún tipo de coleccionables. Había uno de banderas de todo el mundo, que completé enseguida. Uno de monedas.

LQ.- ¿Te gustan las colecciones desde entonces?- Mauricio es reconocido como uno de los más importantes coleccionistas de arte de la actualidad.

MFG.- Sí. Desde muy niño tengo colecciones. Estaba orgullosísimo de ellas, de haberlas completado. También comencé  a coleccionar monedas. Armas. Yo creo que como a los doce años, yo era el que le vendía las armas a los policías aquí de San Pedro.

LQ.- ¿Y dónde las conseguías?

MFG.- Yo vendía armas. Compraba y vendía armas. Tenía un grupo de amigos que convivíamos mucho y siempre andábamos en la calle.

LQ.- ¿Eran tus amigos los policías?

MFG.- Sí, y como no había mayor cosa, entonces nos íbamos de cacería toda la noche. Mataba conejos y liebres y cuanta cosa había. Obviamente me regresaban a las tres o cuatro de la mañana y mis papás no sabían que estaba pasando.

L.- ¿Algo que quieras comprar ahora?, que digas: ¡Esto le falta a mi colección!

MFG.- No. Lo que pasa es que he ido variando. Por decirte ahorita estoy en la parte de los fósiles y voy a empezar a ver la parte de mineralogía por un posible museo que vaya a hacer el Museo de Historia Natural Mexicana o Museo Nacional y si lo hacemos de Historia Natural, pues voy a empezar a buscar los grandes minerales mexicanos que son verdaderamente espectaculares y en México no hay ahorita ninguna colección relevante y son importantísimos los minerales mexicanos, entonces están perdidos en todo el mundo y voy a empezar a buscarlos, pero es como una temática nueva  pero orientada a este proyecto del museo.

LQ.- ¿Tenías algún apodo?

MFG.- Dos. Primero fue “Enano” y después “Ronco”. Crecí entre adultos. Gente que me llevaba como veinte años, gente mucho mayor que yo. Entonces me decían “Enano”. Me veían niño. Decían que tenía diez años, que parecía de diez, pero tenía como treinta. “Ronco” fue un poco más grande cuando ya comenzó a cambiar mi voz.  Se me hizo muy grave desde muy chiquillo.

LQ.- ¿Eras el líder?

MFG.- No. – Es difícil creerle a quien siempre ha destacado. Quizá ni el mismo notaba su liderazgo intrínseco o en ese tiempo apenas se estaba perfilando como tal.

LQ.-¿El “Ronco” sabe jugar al ajedrez?

MFG.- Sí, te puedo jugar ajedrez. Por allá en mi juventud y de recién casado sí me dio mucho por jugar mucho ajedrez. Ya no.

LQ.- Ajedrez, ¿te gusta la estrategia, no?

MFG.- Sí, pero ya no, son partidas muy tardadas y luego no cuentas con mucha gente que quiera jugar. Todo lo manual de vago, iba al boliche, todo lo que fuera tirar con cosas:  huleras, cuchillos, hachas, arcos, cuanta cosa te puedas imaginar, por supuesto armas, cerbatanas. Yo tiraba con cuanta cosa había.

LQ.- ¿Y tirabas a ganar?

MFG.- Pues no, pero llegué a tirar muy bien. Hice locuras  que, a dios gracias, no pasaron a mayores,:a uno de mis mejores amigos le llegué a bajar de la cabeza unas veinte ó treinta botellas con el tiro de pistola. Tiraba en el aire. No sé qué edad tendría, como catorce años, pero tiraba una barbaridad. Tuve una infancia muy precoz o muy desarrollada. Iba mucho al monte también. Me gustaba mucho ir al campo.

LQ.- ¿Cazar también te gustaba?

MFG.- Sí. Desde muy niño me la pasé en el campo. Me gustaba mucho. Primero con mi papá y luego solo, y después con amigos. Desde muy niño me tocó conocer casi todas las selvas de México. Todas las del sur, las huastecas, desiertos.

LQ.-  ¿Te tomabas el juego de “el turista” en serio?

MFG.- Sí.  Trataba de conocer mucho a mi país, sobre todo las muy diferentes partes que tiene: las selvas, el desierto. He andado por todos lados. A México lo conozco bastante bien y tuve la oportunidad ver fauna que no ves en otro lado: guacamayas, tapires y muchos animales más.

LQ.- ¿Tenías alguna mascota?

MFG.- Siempre tuve. Desde muy niño. Tuve cocodrilos, venados, víboras, osos, tejones. Cuántos animales te puedas imaginar.

LQ.- ¿Les ponías nombre?

MFG.- Sí, los osos se llamaban “Yogui y Bubu”. La tarántula se llamaba “Úrsula”, siempre andaba conmigo. Ahora tengo una mapache que se llama “Frida”.

LQ.- ¡Frida!.- La mención de la artista me da pie para adentrarme en otra de las facetas de Mauricio: el arte.  ¿Cómo ocurre el encuentro con el arte para Mauricio niño?

MFG.- Es una afición muy familiar. Desde muy pequeño iba a los conciertos de la SAT. Mi abuelo era un promotor  de la misma. Lo acompañaba a cuanto Concierto de Gala había.

LQ.- ¿Qué caricaturas veías?

MFG.- “Hopalong Cassidy” (“El llanero solitario”), “La ley del revólver”. Series muy sencillas, pero yo me veía todas las series cuando había, me pasaba toda la semana viéndolas.

LQ.-¿Dónde te paseaban?

MFG.- Vivía muy suelto. Como éramos los primeros colonos de San Pedro, iba y venía a Monterrey como podía. Cuando había oportunidad, me gustaba mucho salir al campo, a Chipinque.

LQ.-¿Te hacían piñatas?

MFG.-Sí, pero no me gustaban. Iba por los compromisos de mi mamá, pero me aburría.

LQ.- ¿Conservas tus amigos de la infancia?

MFG.- Sí, nos vemos ocasionalmente. No como antes, porque hemos cambiado nuestras vidas por casamiento y familias y demás. Pero nos seguimos viendo con mucho cariño cuando nos vemos.

LQ.- ¿Quiénes son?

MFG.- Uno es Rodrigo Bremer. De ese tiempo también es Ricardo Barragán. Un poquillo más grande, Enrique Domene.  Y antes de eso, pues eran más amigos del colegio Regiomontano.

LQ.-¿Tenías muchas novias?

MFG.- No. Desde muy pequeño fui novio de la que luego fue mi esposa, desde los doce años y nos casamos a los veinte.

LQ.- ¿Cuáles eran tus travesuras?

MFG.- De todas. Pues es que depende a qué edad.

LQ.- ¿Alguna muchachada, así ya un poquito más grande?

MFG.-  Me acuerdo de una ocasión, mi hermano que era cuatro años mayor que yo,  Rodolfo Junco, -una de las gentes de El Norte- que andaban noviando, tenían 16 años y me fueron a despertar para ver a quién les llevaba para llevarles gallo a sus novias  y me acuerdo que estaba Pepe Jara, “El trovador solitario” en el Reno, que era un antro aquí en Monterrey. Pepe era amigo mío, aunque yo tenía doce años.  Lo sacamos del Reno entre la noche y nos regaló sus serenatas tanto para la novia de Rodolfo  como para la de mi hermano.

LQ.- ¿Eres insomne?

MFG.- Yo gozaba mucho de noche. Era bastante mal estudiante. Me acuerdo desde muy niño, cuando iba al colegio, me mandaban con la nana a comprar todos los libros, pero al día siguiente los vendía.

LQ.- ¿Los vendías para comprarte qué?

MFG.- Para lo que fuera. Yo no tenía libros. Yo vendía los libros. Como fuera me llevaba la clase. Me la llevaba de oído. Nunca reprobé. Pero fui el muy honroso último lugar, muchas veces. Era el primer lugar de abajo para arriba. Pero de veras vendía los libros, y así, me vivía peleando con los profesores, vendía las pistolas. Iba con pistola al colegio.

LQ.- ¿Para qué la pistola? ¿Por qué la pistola al colegio?

MFG.- Pues no sé, pero yo iba armado. Durante muchos años anduve armado.

LQ.- ¿Hoy mismo andas armado?

MFG.- Ya no. Pero desde los diez años andabas armado.

LQ.- ¿Eres eso que soñaste? ¿Te sientes satisfecho?

MFG.- Sí. Sí. Sí. Desde hace muchísimos años, en alguna forma le he perdido el miedo a la muerte. Y para mí era una reflexión desde muy chiquillo, de que si te informaran que te fueras a morir qué harías. Y a todo  mundo que le preguntas te dice que cambiaría su vida. Y yo les digo, pues cámbiala, ¿quién te garantiza que vas a seguir viviendo?. Es mejor vivir pensando que te vas a morir mañana. Así de sencillo. Hay que vivir pleno. Muy poca gente piensa en eso. Pregúntale a cualquiera, o a ti misma. ¿Si te queda un mes de vida qué harías? No, pues esto y esto y esto, ¡pues hazlo de una vez mañana, para qué te esperas!

LQ.- Esa es una muy buena enseñanza.

MFG.- Pues por eso te digo, si me preguntas qué cambiaría, nada. Que haría. Nada. Estoy viviendo plenamente. He vivido muy contento con lo que he hecho, con muchas cosas, con grandes retos, con grandes sacrificios, con mucho tesón, pero al final de cuentas yo creo que en esta vida lo que te propones lo puedes alcanzar. Es nada más una visión de decisión, de compromiso, de tenacidad. Lo que te propones lo puedes lograr.

LQ.- Como los tiros al blanco, te has preparado desde entonces para este momento

MFG.- Sí. Pues sí. Sí. Es ir armándote.  Es ir armándote en lo que finalmente necesitas para conseguir un objetivo. Lo importante es tener tus metas muy claras para dónde vas. Pero mucha gente se frustra porque la vida no es una línea recta. Entonces, mientras sepas para dónde vas, pues a veces te vas para la izquierda y a veces para la derecha, pero ahí vas  y ahí vas, pero mientras no pierdas el rumbo llegas. Lo que pasa es que mucha gente se desanima porque te empiezas a salir un poquito del rumbo y dicen “Ya me desvié”. Pues sí,  ya te desviaste, pero luego puedes volver a agarrar el paso y el rumbo otra vez,  bien orientado. Entonces yo creo varias cosas: Primero, que  la vida no es una línea recta. Segundo, que mucha gente le tiene mucho temor a la muerte y ni siquiera sabe vivir plenamente. Tercero, que mucha gente quiere aprender de los aciertos, yo creo que se aprende de los errores. Y creo que mucha gente le tiene miedo a hacer cosas porque piensa que se puede equivocar. Cuando en la realidad la gran enseñanza de la vida son los errores. Entonces mientras que eso no lo veas así, pues es muy difícil que te mejores y que te superes, porque mucha gente no toma riesgos ni decisiones, pensando en el trancazo de haberte equivocado. Y precisamente es lo que te enseñan, los trancazos. Es una filosofía diferente de cómo vivir.

LQ.-  Ya para terminar,  lo primero que se te venga a la mente con esta pregunta: ¿A qué juega, Mauricio, ahora, en este momento? ¿A qué juegas?

MFG.- A vivir una vida mejor, y una mejor calidad de vida para mí y mis descendientes, a poner un granito de arena, a que los problemas pues no se resuelven solos y cada vez pues  invitar a más gente a entender esto. Si queremos cambiar las cosas hay que empezar  por hacer nuestro propio esfuerzo, por tratar de cambiarlas nosotros mismos, y es un poco de lo que estoy haciendo.

Entrevista publicada en La Quincena Número 78 (Abril 2010)

Lorena Sanmillán