Archive for July, 2007

Nosotras

July 30, 2007

La noche amanecía

en nuestra soledad compartida,

oscurecía el espacio en blanco,

leí mi deseo en tu piel de magia

con las uñas esculpiste

tu miedo en mi espalda.

Lloramos a carcajadas

rumiantes de tristeza.

Toda lágrima solidificó en palabra.

Todo verbo decantó en abrazo.

De tu aliento nació

el reflejo moribundo de la luna.

Nos dejamos ser y fuimos

navegamos ingrávidas

por una galaxia de emociones

mar estático de pensamientos

incapaces de percibir los arrecifes

enmarañadas en nudos y enredos

Fluías intensa en mi cuerpo

seca humedad, equilibrio de vértigo

arena ártica en inundado desierto

vestigios de lo que antes

estelas de lo que ayer.

LSM; Julio 24 de 2007

Do you… los Azulejos?

July 21, 2007

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Juan de Lobos, Sanmillán, Jez y Rebeca, en Los Azulejos 

Después de ver la exposición de Frida, nos dirigimos a la cita con Rebeca que tendría lugar en el Sanborn’s de Madero y de ahí nos iríamos a la reunión convocada por Sabinazo. Jez y yo atravesamos la explanada de Bellas Artes, cruzamos la calle y ahí estaba la Casa de los Azulejos. Apenas verla, sentí ese abrazo arquitectónico que había deseado desde la primera vez que pisé el suelo de la Ciudad de México y cumplí el sueño de conocer el sitio que en mi existencia se volvería emblemático.

Volver a los diecisiete después de vivir un siglo. Volver con la frente marchita. Volver, volver, volver… a los Azulejos otra vez. Llegaré hasta donde estén, quiero volver, quiero volver, quiero volver, volver. Volver.

Los balcones me dieron la bienvenida. Cuando me ven llegar, se ponen tan felices como yo del reencuentro. Saben que siempre soy la misma y que siempre soy distinta. Saben y sienten que los quiero. Sonreímos por vernos de nuevo. Los toco, los mimo, los retrato y a veces hasta los beso. Entre mis parpadeos y los reflejos de sus cristales, nos contamos las novedades. Nos estamos hundiendo; mis brazos quieren ser estadales.

Encontramos a Rebeca, anotada ya en la lista de espera. Ha pedido mesa frente a la fuente. El detalle me conmueve, sobretodo porque ella ignora lo significativo que es para mí este sitio y precisamente el patio. ¡Arturo López! Lee la recepcionista con tono de comandante. Él ya tiene espacio para comer y la sigue obediente.

Comparto una mueca bidireccional con la escalera. Ojalá pudiera hacerle una reverencia Tan bello es caer a tus pies… pero mi espalda insiste en prohibirme muchas cosas y creo que no la subiré. Ya tuve suficiente con las de Bellas Artes. Cada mirada un escalón, cada escalón una mirada y entre las diferencias de altura le voy enterando de los últimos altibajos de mi alma. Ella enuncia en sí misma una metáfora: paso a paso, Sanmillán, paso a paso. ¡Jesús González!, grita la señorita, sacándome de mis reflexiones con su acento imperativo.

¡Carlos Hernández, sígame! Dice la enérgica recepcionista y le asigna mesa al afortunado. Abrazo a mis acompañantes. Estoy muy emotiva, casi se me salen las lágrimas. Poco les digo sobre lo que significa para mí estar ahí. A veces no hacen falta las palabras. Sólo me concreto a abrazarlas, a besarlas, que a final de cuentas es prerrogativa femenina llenar de caricias a quien amas.

Un nuevo nombre en la lista llena un breve silencio entre los murmullos de las conversaciones y la sinfonía metálica de los cubiertos. ¡Mís-ter Wi-lli-am-s… -dice la jóstez, mientras empieza a perder su aplomo- do…you…do… you…! Jez y su memoria acústica enuncian un yahooooooo que nunca tuvo mejor incursión. Rebeca y yo intentamos disimular. El extranjero sigue a la recepcionista pisando nuestra alfombra de carcajadas trenzadas. Los arcos del patio, en simetría, duplican nuestras sonrisas.

Nuestra mesa está lista tiempo después. Enchiladas Suizas y cerveza Victoria para comer. Tantos recuerdos fluyendo dispersos hasta agolparse en mi corazón. Nuevos significados instalándose en mi existir. Labios nuevos con palabras gastadas transformándose en sonidos de arpa.

Juan de Lobos llegó a acompañarnos. Agradable y sensato en sus comentarios. Vital, inquieto, creativo, de plática amena y gestos afables. Con su aullido bajo el brazo. obra que ahora tengo autografiada. Empapado por la lluvia momentánea. Sospecho que en el DF se compra la lluvia sólo por tiempo. Café de sobremesa. Trufas para llevar. Foto del recuerdo. Los abrazos de los amigos sanan las cicatrices de los recuerdos.

Al llegar a la caja, vemos de nuevo a la jóstez, las tres intercambiamos miradas, cómplices de un delicioso momento compartido. Do you…Los Azulejos? Reímos; beso la pared y salimos.

Lorena Sanmillán

Frida Kahlo: Homenaje nacional

July 20, 2007

Adamo Boari invita. La Ópera de París preludia. Todas las ninfas dan la bienvenida. Frida está en su casa. ¡Vamos a visitarla!

Si bien el sitio es totalmente afrancesado, la explanada es siempre una fiesta mexicana. Llena de colores, gente singular, turistas leyendo mapas, vendedores ambulantes, organilleros ancestrales, fotógrafos alucinantes. Las pupilas se dispersan volteando hacia todas partes. Correo Mayor, la Gandhi, la Nacional, la Torre Latinoamericana, Los Azulejos. La promesa del Zócalo al final de la calle.

El periódico señaló que el domingo inmediato anterior cinco mil personas hicieron fila para ver la exposición homenaje nacional a Kahlo. A unos les gusta, a otros no. Yo decidí que no me lo quería perder. No soy fanática ni contra. Además el contexto determina mucho el leitmotiv de la exposición. No será lo mismo verla en la frialdad de las paredes legorretescas de Marco, en Monterrey. No. No me lo podía ni me lo quería perder.

El café del Jarocho, escogió ese momento de llegada al Palacio de Bellas Artes como el indicado para iniciar el éxodo de mi cuerpo y necesitaba un baño en calidad de urgentísimo. Subí las escaleras en perentoria situación. Mármol negro, cornisas doradas, columnas clásicas, dinteles yuxtapuestos, emplazamiento renacentista. Simetría que define y difama el espacio. Los muros gritan la música de su historia. A media escalera me diversifiqué ¿en realidad era tan urgente darle cauce a la diuresis? Esto hay que verlo y adorarlo, despacio, en cámara lenta. Esto es un escenario de la vida en el que no siempre puedo estar. Qué más da recorrerlo con los pantalones mojados. Qué más da.

Compramos los boletos. Empezamos la exposición en fila india. Ordenaditos. En la primera sala, fotografías de Frida modelando. Guapa. Es más, guapísima y sin photoshop. A mitad del recorrido una pregunta ¿Frida tiene una canción? Sólo me viene a la mente la frase de Sabina y tarareo la del huipil. Pero creo que no, no tiene corridos, ni danzones, ni cosas así. Habría que sentarse y escribirlas o en su defecto, aprenderlas y cantarlas.

Las fotos de los muertos siempre son espeluznantes. Siempre recuerdo la de mi hermana en su ataúd, con las piernitas abiertas y su vestido de olanes. Apenas cabía la pobre. Sin embargo al llegar a la de Frieda siento la paz de saber que en ese momento ya no le dolía nada.

En la otra sala, y ésta me parece la más extraordinaria, estaban sus cartas. Dispuestas para ser leídas. Fantástica en su escritura y caligrafía. Irónica. Con el grado exacto de ternura para no transformarse en autocompasión. Con la dosis precisa de amor para que nadie la llame cursi, melcocha. Y una que otra palabra altisonante para subrayar su emoción. Leer sus cartas valió mucho la pena. Sentir en código bicromático lo que tantas veces y con tantos colores intentó poner en tela. No cabe duda que siempre las letras transparentan la esencia.

De pie, leyéndola, su carta en mis manos, sentí el escozor al relatar sus operaciones. Su fuerza al comparar diagnósticos y seguir creando. Me avergoncé de mi dolorcito de espalda. Ella seguía y seguía, por más que la flagelaban. Eso en cuanto a dolor físico. Los demás se metaforizaban.

Hay una carta en la que hube de detenerme por más tiempo del que me llevó leerla. No sólo porque se trata de catorce páginas sino por lo que contiene. En ella pone en la balanza su caminar o su maternidad. Sabe que el hijo que espera necesita una madre completa; sabe que la mujer necesita caminar. Analiza las opciones que tiene, con detalles quirúrgicos que de sólo leídos transmiten lo doloroso que ha de ser padecerlos. Comenta los tratamientos posibles, pide consejos. Se muestra humilde, desconcertada y sola. Sin embargo todo el sentir se convulsiona en una sola línea que condensa la esencia de esta pareja dispar, se dirige a su lector “… te lo cuento a ti, porque no quiero distraer a Diego con estas cosas…” Hasta la Estatua de la Libertad volteó con cara de What? ¿Distraer?

No, Fridita, no. Que así no son las cosas. No. Que así no había que vivirlas. No. Que no necesitabas ser madre material. Con Diego, entre otras muchas cosas, viviste siempre tu maternidad. Leer tu carta fue de un surrealismo híbrido. Tan real que sigue impresionándome de lo increíble. Una lágrima sublima mi sentir.

Después de este encuentro estrujante con su realidad cotidiana, un paseo de imágenes por su Casa Azul, y la de Juan O’Gorman, los órganos, los alebrijes, los exvotos. Cuántas cosas lleva una vida, cuánta vida llevan las cosas. La retrospectiva pictórica me permite admirar pinturas de las que nada sabía. Que no todo es autorretratos. Obras con el equilibrio sensato de Remedios Varo. Destellos de lo extraordinario. Siempre un cajón por abrir, siempre algo más por compartir, Frida, Fridísima.

Un comentario de un joven que va delante de nosotros rompe el barullo de la multitud. ¿Tú crees que sería panista o perredista? Hasta la pregunta pasa a formar parte de esta atmósfera dadaísta. Mi acompañante y yo batallamos para no expulsarlo por impertinente.

La tienda parece performance. Postales, relojes, anillos, lápices, llaveros, ceniceros, portavasos, morrales, litografías inaccesibles, mascadas, rompecabezas, libros, billeteras, varios etcéteras. Alguien se está haciendo rico a través de todo esto. Alguienes para ser más precisa. La mercadotecnia es infinita. Hasta el cansancio, Frida.

Ya basta. Demasiado para una tarde; pero aún hay un comentario más, de esos que en Selecciones aparecen en la sección de Oído por casualidad, una chica le comenta a su novio ¡Cómo se parece a Salma Hayek! Madresanta, dicen en silencio mis cejas arqueadas. Un beso a las columnas. ¡Gracias, Bellas Artes!

 LSM; Julio 19 de 2007

Dame un beso que me sepa a café

July 20, 2007

Desperté sobre las seis. Había puesto la alarma para ver el noticiero de Loret. Sí. Subestimé el cansancio. Prendí la televisión y me volví a quedar dormida. Si él estuviera en persona, seguro no dormiría. Desperté un poco más tarde. En el programa de Hoy anunciaron el deceso de la madre de Ericka Buenfil. Jez pasaría en un rato más por mí.  Tiempo justo para bañarme. El dolor de espalda seguía ahí.

Las azoteas de los hoteles vecinos eran el paisaje inmediato en la ventana, sin embargo, una pequeña figura también se empeñaba en decirme buenos días aunque la contaminación hacía que se notase muy poco. Era la Victoria Alada, hasta ese momento no había podido contemplarla. El famoso Ángel que los mexicanos visitarían por la noche si la selección ganaba. Me perdí en un viaje íntimo instantáneo con un nudo en la garganta.

Jez llegó. ¿Cómo sigues de la espalda? Mejor, gracias ¿Pudiste dormir? Sí. Acomodé las almohadas como ustedes dijeron ¿Tomaste las pastillas? Sí, mamá ¿Qué tal la fiesta? Genial, en el camino te platico ¿Qué quieres desayunar? Café. Sí, pero ¿qué se te antoja? Cafécafé. Sí, pero yo digo de comer. Cafécafécafé. Ya entendí. quieres café. Sí. Pues te llevaré al mejor sitio para tomarlo.

Salimos del NH con rumbo a Coyoacán. Entonces comprendí que algunos defeños son muy predecibles y con una sola definición de cáfé. Seguro me llevaba a El Jarocho. Me dejé conducir como si fuera la primera vez. Señalé la esquina del Starbucks como el sitio destino. ¡No, cómo crees, no vamos al Starsucks, vamos por café de verdad, cafécafé como el que tú quieres! En definitiva ese jarocho tiene lo suyo.     

Cuando se estacionó frente a la plaza ya habíamos cambiado de idea para desayunar. Primero haríamos escala en el mercado para comer quesadillas de guisos varios. Mrs. Dalloway sería feliz si viniera a visitar ese sitio, tropezaría con las flores por todos lugares. Gladiolas exuberantes, alcatraces soberbios, azucenas imponentes, crisantemos abiertos, gerberas femeninas, claveles románticos, rosas con espinas, nardos aromáticos. Mrs. Dalloway said, I will buy the flowers myself…

Jez  y yo somos un par de morenazas, pero los comerciantes nos cambiaron el tono de la piel para conminarnos a comprarles. ¡Tanto que gastó Michael Jackson en lo mismo! Nosotras, con un Pásele güerita casi casi nos sentíamos albinas. Por supuesto, ahí nos sentamos de inmediato a rendir cuenta de media docena de quesadillas acompañadas con jugos de toronja y naranja y una plática digna de confesionario. ¡Buenísimas!

Salimos del mercado con el estómago y el alma sosegadas. Llegamos al Jarocho por un par de cafés para llevar. Tal como lo recordaba. Sabía a los ojos de mi madre ofreciéndome una taza de café de olla cuando voy a visitarla. Sabía a lo impronunciable. Sabía a esa parte del cuerpo que más me gusta probar. Sabía a ese lugar al que siempre quiero regresar. Sabía a beso. Sabía a eternidad. Sabía a mariposas revoloteando en el caparazón de una caracola melancólica. Sabía al roce discreto de una mano en el punto simple de la espalda. Sabía a sol de medianoche en la Antártida. Sabía a mediamañana de miércoles en Coyoacán.

Ella me llevó a mi citaentrevista. No me atreví a pedirle que se quedara. Me abandonó a mediacalle. Ahora sí que sola y mi alma. Temblaban mis piernas de nervios y dolor y dolor de nervio. Ciática, dice Mónica; Noática, dice Sanmillán. A falta de bastón, me aferré a mi vaso de café. No obstante lo anterior, se abrió la puerta y la empatía afloró. Bauhaus usaba muletas, debido a un esguince en el tobillo derecho. Entonces me relajé. No sólo el arte hermana a personas que otrora fueron tan lejanas.

Nada más habla si te preguntan resonaba en mi mente el consejo de mi madre pero no me sale ser tan fría y cuando menos acordé ya me sentía a mis anchas. En esa mesa estaba una oportunidad muy importante en mi vida literaria. Después de dos horas seguíamos charlando. Fue una buena y sustantiva plática. Expusimos proyectos, tomamos acuerdos. Intercambiamos la información necesaria.

Al despedirnos, Bauhaus sugirió La próxima vez que vengas tendrás que probar el Café del Jarocho. No pude más que sonreír. Ya lo probé. Le mostré mi vaso y compartimos una sonrisa de conocedoras.

Ahora sé bien a qué sabe un beso que sabe a café.  Express. De esos que despiertan lo insomne y erizan ese umbral del cuerpo, sitio de contacto, al que mucha gente le llama sólo y simplemente piel.

LSM; julio 19 de 2007

Cibeles de noche: Sí pictures, please.

July 17, 2007

Algunas fotografías de aquella noche. Todas descritas en el orden occidental, es decir de izquierda a derecha.

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Iriarte, Sanmillán, Xquenda, Falanja, Alberto Chimal

Ajo Kano y Perro de Agua

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Xquenda, Sanmillán, Sabinazo, Falanja, Alberto Chimal, Mónica Lavín, Ajo Kano, Barrita de Mandarina

Kusco, Juan Diego Sárate y Perro de Agua

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Iriarte, Sanmillán, Xquenda, Alberto Chimal y Ajo Kano

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Kusco, Ajo Kano, Perro de Agua, Juan Diego Sárate, Barrita de Mandarina, Sanmillán, Mónica Lavín, Iriarte, Falanja, Xquenda y Sabinazo.

 

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Sanmillán, Falanja Triunfadora y Sabinazo

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Sabinazo, Perro de Agua y Sanmillán

Cibeles de noche

Sanmillán, Iriarte, Barrita de Mandarina, Ajo Kano, Perro de Agua y Kusco.

 

Cibeles de noche

July 17, 2007

Rebeca aderezó el camino a la ceremonia haciéndome notar la destreza al manejar al tiempo que mencionaba las coincidencias del punto de encuentro: la calle que llevaba al hotel NH se llama Monterrey; la del bar, Madrid, y la Cibeles al centro. ¿Qué más se puede pedir? Sí, ya sé, comprar suerte en Doña Manolita y al bajar del tren decir yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid y ya de plano, si se pueden cumplir antojos, volver a escuchar a Miguel Bosé en Las Ventas.

Aunque llegamos puntuales, la rueda de prensa ya había comenzado. Me instalé en el centro y tuve una breve intervención. Sealtiel Alatriste anunció la segunda edición de Caza de Letras. Un gran proyecto. Una muy buena idea. Ahora será de novela.

Conocí a Falanja, cuya sonrisa es igual a su talento: enorme y brillante. Le sonreí a los desconocidos junto a mí aunque en tantas letras hubiéramos vertido ya el espíritu.

Ajo Kano, gentil y agradable, muy diferente a todas las letras aguerridas y un tanto groseras encarnaba en él mismo una ironía. Kusco, muy serio con la mirada penetrante.  JDS, joven, muy joven, de rostro sumamente afable. Iriarte no miente cuando dice que se parece a Gandhi. Perro de Agua con una camiseta emblemática. Barrita de Mandarina llevaba una falda de barras rojas. Sanmillán, instalada en Sanmillán. Sabinazo y Xquenda aún no hacían su aparición. DFF y Girasola, fuera del país: la segunda en Escocia, el primero en Madrid. Saludos, abrazos, entrevistas, fotos. Un caos mimetizado de organización espontánea.

Tristanomuere, Rebeca y Beatriz -amiguísima de Sabinazo y lectora activa de CZLT- se instalaron en una mesa desde donde nos observaban. El número de celulares y cámaras digitales era quintuplicado por la cantidad de sonrisas y abrazos compartidos. La camaradería fluyó siguiendo el ritmo y la intención de las copas de vino tinto francés que nos obsequiaron en el Bar Cibeles de Noche.

La ceremonia de premiación, a las ocho de la noche, un tanto desangelada para mi gusto, dada la relevancia del triunfo de Falanja, transcurrió apegada a los cánones del mundo bohemio. Rápida y sin accesorios.  Melchor, además de guapa y talentosa es humilde y mesurada. ¡Bravo, por la Falanja! Aunque no llevó a la Madre Gildarda, dos de sus tíos la acompañaban. Simpáticos y orgullosos de la sobrina laureada.

Azucena Pimentel nos entrevistó a todos. Lectora obligada, transformó su trabajo en una pasión. Nos conoce, nos vive, nos alucina y nos apoya. Gracias por su presencia y por todas las cosas que ha vivido con nosotros dentro de la Caza de Letras. Saludos a Loret. Respondí una entrevista por celular. Es maravillosa la tecnología.

Mi primer encuentro con Mónica Lavín fue verla de perfil mientras la entrevistaban. Dentro de sus lecciones de narrativa, en su lenguaje corporal parecía decir Así se porta una chalina, con estilo y garbo.  Después me acerqué, hablamos sobre la anécdota de la librería Gandhi y de La más faulera, la novela que recién acabo de leer.  Celebró la idea de hacer una compilación con el material de CZLT, hasta aceptó prologarlo.

Alberto Chimal, más joven de lo que imaginaba es un cuate sumamente agradable, con unas ojeras tan marcadas como su sentido agudo de la literatura. También participa del entusiasmo por la antología, memoria o compilación. Alatriste, si bien no comparte al cien por ciento el entusiasmo, tampoco se opone a que sigamos con el proyecto. Habría que hablarlo. La idea está en la mesa, sólo falta que los doce logremos ponernos de acuerdo. Perro de Agua, Sabinazo y Falanja ya se apuntaron. 

El brindis seguía y los lazos se fortalecían. La noche apuraba las manecillas del reloj para que amaneciera aunque algunos deseaban que ésta fuera eterna. Perro de Agua sí tiene madre. Tanto que la llevó a la ceremonia. Orgullosísima de su hijo, una gran señora, todo un honor conocerla. Álvaro Enrigue es fiel a sí mismo, se transparentó en sus letras tal como es en persona.

Xquenda llevó metáforas para regalarnos dentro de un kit preparado por ella misma: un lápiz para moverlo con pasión, un trapo para mantener la mente limpia y un foco que en su interior tiene un flexómetro de metro, porque Una vida cabe en un metro. Original detalle que compartió con todos. ¡Gracias! Olvidé mencionar que llegó al lugar con una máscara de Blue Demon y rapada. Por mi parte, en humilde homenaje, les había llevado una pequeña libreta de notas forrada por los exlibris de todos y una pluma, con la intención de estar unidos y de alguna forma acompañarles en sus nuevas letras. ¡Qué honor será saber que en esos papeles se escribió la primera línea de su mejor cuento o novela o que dentro de ese espacio en blanco surgió el germen de una gran idea!

Acompañé a Rebeca al valet parking, pues trabajaba al día siguiente y era necesario que se retirara temprano; en su espectro de generosidad, ofreció ride para Tristanomuere.

 Cuando se retiraron, me quedé hipnotizada observando la fuente. La nostalgia por Madrid y la Cibeles me invadió. Casi se me salen las lágrimas y para evitar derramarlas le saqué plática al sujeto que se encargaba de los coches. Entonces comprobé nuestro grado de nacionalismo. ¿Le gusta la fuente, verdad? Sí. En Madrid hay una igualita. ¿Sí? Sí, así en una plaza y todo. ¿Sí? Pero ésta es más bonita y más grande. ¿Sí? Sí. A ver si un día se me hace conocerla. ¡Pa´que va tan lejos! ¡No le digo que esta es más grande! Por lo visto, información no siempre es poder, puesto que él tenía de su lado el entusiasmo, mientras que por mi parte sólo estaba la melancolía, habitándome de improviso conteniendo en mis párpados una cortina de lluvia. Al darle la espalda a la Cibeles, pues no, no estaba el Palacio de Correos, tampoco estaba el Círculo de Bellas Artes, pero estaban mis compañeros y la fiesta seguía.

Beatrix, vestida de rojo absoluto, fue una excelente compañía. Se necesita valor para vestirse así y ella lo tiene y cómo no, si es una señorita escritora y amiga de Sabinazo que estuvo desatado, arrollador y extraordinario. Vital. Energético y enérgico. Bocón y sensato. Cuánto por decir, si tan sólo los adjetivos sirvieran para algo. Janover llegó más tarde, traía con él uno de los abrazos más esperados y más honestos de la noche. Además, que todo hay que decirlo, es de lo más guapo. Chekhov,  cuya presencia fue notoria durante todo Caza de Letras, fue el gran ausente de la noche.

Hablando de exilios, Sabinazo hizo pasar a una chica por Juana Girasola. Se inventó la historia de que le había pagado el vuelo y tal. No podía dudarse, ambos compartían una química palpable. Él dice, poéticamente …las retinas quemadas… y es apegado a lo sucedido, pues aquel intercambio de miradas más que ser cálido y tierno, era abrasador y por lo tanto, quemaba. A Beatriz, su acompañante, la hicimos pasar por su esposa. ¿Quién dijo que ya no existen las mujeres abnegadas?

La espalda me seguía fastidiando. El vino hizo estragos entre los presentes. Tanto en los estómagos como en los vocablos. De pronto se escuchaba por todos lados Me encantó conocerte, Seremos amigos para siempre, Eres un tipazo, ¡Tenemos que seguir en contacto! Tú no eres mi amigo, tú eres mi hermano, Estás guapísima  Tal vez el alcohol nos convierte en seres humanos más espontáneos ¿Qué será lo verdadero? Diez mil abrazos para despedirnos. Fotos por todos lados.

Los meseros ya estaban cansados, pero había muchas pláticas y algunos romances -y no octasilábicos- a la mitad. Cada cosa a su tiempo, cada quién con su afán. Falanja y sus tíos se retiraron inaugurando la cuenta regresiva. Ya no recuerdo si me despedí de todos. Sólo sé que más tarde llegaron por nosotros. Sabinazo, Beatriz y yo nos retiramos juntos. Aunque propusieron ir a cenar, la verdad es que sólo me quería recostar. Nada deseaba más que un baño con agua tibia sobre la espalda adolorida. Y dormí, ipsofacta, arrullada por la luz intermitente de la antena de la Torre Latinoamericana.

LSM; Julio 17 de 2007

Mékxico mi amuor, mi amuor. Mi amuor.

July 17, 2007

En Junio de 1986, la Selección Alemana de futbol, con su capitán Franz Beckenbauer al frente, cantaba aquello de Mékxico, mi amour, mi amour. Mi amour. Me gustaba el candor con el cual intentaban pronunciar las palabras desconocidas y sobre todo, verlos cantar cuando esa no era de todos habilidad. El intento era bueno y conmovía. Además eran mis favoritos y estaba enamorada de Rummenige. Ahora, en Julio de 2007, preparaba mis maletas rumbo a México y tarareaba la canción cubierta de nostalgia y emoción.

Regresar a México, D.F., invitada por la UNAM, a la Clausura del Primer Virtuality Literario reabría un capítulo de encuentros en mi vida. Conocer a mis compañeros de Caza de Letras, a los Jurados y a algunos lectores le daba un giro a un camino iniciado en palabras que se transformaría en abrazos y miradas. Visitar Los Azulejos era escala obligada dentro del itinerario. A pesar de lo conocido, todo sorpresas, el viaje instalaba la ilusión de recorrer la paciencia del pasado con la gracia del presente y el ansia del futuro.

El viaje superó mis expectativas. Hoy, a varios días de haber regresado a Monterrey hago un recuento de las cosas. Estoy feliz y también muy cansada. Fue agotador e intenso. De principio a fin.

Primero, el apuro para llegar al aeropuerto. Desperté setenta minutos antes de la hora que partía mi vuelo. Grace vivió su sueño de convertirse por unos cuantos minutos en piloto de la Fórmula 1. Cómo admiro sus reflejos y su intrepidez. Aunque fue breve el trayecto, para mí se me hizo eterno. La velocidad no es algo que yo disfrute. Llegamos en doce minutos, con el tiempo justo para documentar la maleta. Casi cierran el vuelo conmigo en tierra regia.

Llegué a México a las ocho de la mañana. El dolor de espalda a última hora decidió que sí me acompañaba y se prendió de mi existencia desde ese momento y durante todo el viaje fue presencia constante. Suerte que no tuve que pagar exceso de equipaje. Cuando recogí mi maleta en la banda, supe que no sería un día fácil. La voz de mi madre, por el celular, sigue siendo la mejor medicina, el sostén metafórico del cual agarrarme.

Yo, que iba preparada para decir No pictures, please apenas llegara al aeropuerto Benito Juárez, ni siquiera tuve alfombra roja pues Mónica y Jez llegaron doce minutos tarde por mí. Fuimos a desayunar al Vips que está cerca del WTC. Ahí cobré conciencia de que estaba en el D.F. No sólo por la cuestión del tráfico frenético, sino porque las construcciones dan carácter a las ciudades. Ahí también conocí la hospitalaria sonrisa de Laconta y fue una delicia verla desayunar cereal, con tantas cosas que ofrecía la carta. Fui testigo también del amor, que está en todas partes, pues había un romance entre una mesera y un comensal. Todo eso pasó delante de mis ojos. La sonrisa de enamorada de la chica era evidente, sin embargo, la mirada cómplice no le gustó y evadió verse descubierta en su relación. En definitiva, esas cosas son de dos.  

Pacté cita con Tristanomuere, hablé con Juan de Lobos. Después del desayuno, enfilamos hacia la Zona Rosa, me registré en el Hotel NH y pregunté por Sabinazo o Marvin Durán. No había llegado.  Subimos a la habitación. Envié el saco a la tintorería y pedí que estuviera listo para las cinco de la tarde. Recibí masajes y mimos para la espalda enferma. Tanto me dolía que hasta permití sin chistar que Jez dentro de otro de los aspectos de su amabilidad se hiciera cargo de mi ropa que se arrugó en la maleta. Compartimos comentarios y miradas. Frases sueltas que poco a poco van hilando el ritmo de una conversación entrañable.

Bajé al Lobby renqueando. Hubiera sido mejor traer un bastón. Urge bajar de peso.  Tristanomuere no mintió cuando dijo que tenía el pelo largo como signo de identidad. Sí que lo tiene. Mi primer interacción con un lector en persona fue muy grata. Jez y Mónica salieron a conseguir pastillas para el dolor de espalda y agua. La plática con Tristanomuere fue de suyo nutritiva. Encantador, lleno de poesía y claridad en las ideas.

Regresamos a la habitación del hotel y dispusieron la forma de recostarme para que no me siguiera lastimando. El dolor era intenso. Ambas sonrieron comparándome en sutil ironía con Frida, que debido a sus múltiples operaciones trabajaba acostada. La idea de ir a ver la exposición en Bellas Artes se abrió ante mis ojos como una posibilidad láser. Bajé más tarde a buscar algo de comer y una bolsa para envolver el regalo de Falanja. Sabinazo aún no llegaba.  Después me recosté en la tina de hidromasaje. Fue una terapia de agua deliciosa. A las cinco empecé a inquietarme pues mi saco no llegaba. Rebeca llegó por mí, puntual, a la hora acordada. Conocerle fue un gustazo. Con suma familiaridad nuestro encuentro inicial tuvo como escenario el baño, mientras me maquillaba. Yo, de pie frente al espejo y ella sentada en la taza cortesía de LAMOSA. Libertad debida a las palabras, que no cabe duda, te atan o te matan.

Localicé por fin a Sabinazo, que se hospedaba en el mismo piso. Él pensaba que la cita era a las ocho de la noche. Salimos a darnos un abrazo en el pasillo. Cuánta calidez. Alabo lo grato de nuestro lazo. Es un tipazo. Un hombre sumamente magnético y atractivo. Mi saco llegó a las seis y media. Me sentí el Dr. House, cojeando y masticando pastillas para el dolor. Rebeca y yo nos fuimos a la ceremonia. En el camino, una llamada a Ximena para que me acompañara y sentirla cerca.

LSM; Julio 16 de 2007

Autoestima

July 17, 2007

Mis padres siempre dicen que muy apenas soy el milésimo borrador del boceto imperfecto de un pésimo intento de la falsa copia pirata del reflejo de una caricatura apócrifa vista a través de un empañado espejo, realizada por la mano derecha de un pintor zurdo que tiene los ojos vendados en plena oscuridad mientras bailotea un pincel calvo encima de acuarelas deshidratadas sobre un pasante de papel cebolla reciclado, corriendo de espaldas en el techo de un tren de alta velocidad que recién entra a un túnel a desnivel en curva.

De tal suerte, que lo único bueno que he hecho en toda mi vida ha sido participar del placer orgásmico que provocó la eyaculación en la cual fui concebida.

Y yo lo creo.

Minicuento premiado con el Segundo Lugar en el V Concurso Regional de Minicuentos convocado por el CRIPIL de la Casa de la Cultura de Monterrey, Nuevo León; en marzo de 2007

Credo de Ximena Peredo

July 16, 2007

En este apartado de la Otredad, les compartiré textos de otras personas que de una forma u otra han conmovido mi existencia. 

Inicio esta sección con el Credo de Ximena Peredo, artículo publicado en El Norte en abril de 2001. Aunque han pasado seis años ya, sigue vigente y es altamente disfrutable.

Gracias, Ximena, por la magia de tu talento.

LSM; Julio 16 de 2007

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Credo 

Ximena Peredo

Confieso que he cambiado. Amistades iniciadas hace un año hacen un gran esfuerzo para cambiarme etiquetas, mucho más les cuesta a las viejas amistades.

Les sorprende que ya no me escandalice tan fácil, que no me ensañe cuando emito juicios morales y que pueda escucharlos sin lanzar automáticamente sentencias aprobatorias o desaprobadoras. He cambiado en estos años porque he crecido, claro. Pero además reconozco que los últimos seis meses han marcado definitivamente mi personalidad.

Aunque en mi casa la imagen de Dios no ha sido nunca un modelo vengador ni policiaco, reconozco que las escuelas en las que me crié sí mantenían un patrón de un Dios rígido. Es evidente que esta concepción no fue transmitida con alevosía, sino con la mejor de las intenciones de que mi vida siempre transcurriera “por el buen camino”. Estos instructores, en su mayoría muy queridos por mí, no supieron el daño que le propiciaron a mi escala de valores.

Desde adolescente, aunque me distinguía por mi energía, fui muy estricta conmigo y con los demás. No en el plano material (orden, reconocimientos, cuidado) sino en el espiritual (voluntad, actitudes, sacrificio), mi precoz madurez pudo haber servido mucho más si en mi cabeza no hubieran rondado tantos prejuicios morales heredados por una imagen de Dios humanizada: vengadora, sentimental, materialista y que perdonaba sólo cuando existía arrepentimiento.

Tuve una temporada de angustia permanente porque las cuestiones litúrgicas y doctrinales que aprendía no me mostraban a un Dios amoroso por esencia, sino a uno amante de las formas, lo que me produjo aún más conflictos.

Mis amistades de la adolescencia, paradójicamente, me veían como una persona incorruptible, que tenía muy claro la diferencia entre “bien” y “mal”, pero esta etiqueta sólo me esclavizó, porque ahora mis pensamientos, opiniones y acciones estaban condicionados a esta concepción que los demás tenían de mí.

Sin embargo, pesaba más ese ojo triangular que me vigilaba desde arriba, Aquel que ya había hecho diferencia entre cabras y ovejas, que vomitaba a los tibios y que nos mandaba a las tinieblas si no cumplíamos sus preceptos. Así que me preocupaba continuamente por mi “salvación” y la de los míos.

Dejé de ser feliz por lo menos tres años. No me daba cuenta cuál era el motivo pero me despertaba desganada y no tenía muchas motivaciones para moverme de la cama. Nunca me percaté que era la imagen distorsionada que tenía de Dios la que tantos problemas me estaba causando.

Sucedía que a Dios lo había apretujado en un disfraz de humano que no le sentaba bien. Eso poco me importaba, nunca tuve las agallas para preguntarle a ese Señor si se sentía confortable, en realidad lo encasille por la cómoda certidumbre de sentir que lo conocía, aunque esto no fuera cierto.

Pasé mucho tiempo como “espía” del poder divino. Observaba a los demás y movía la cabeza negativamente, como si el mundo estuviera al revés y sólo yo tuviera el extraordinario poder de mantener los pies en el suelo. Me alejé de muchas amistades y me perdí de muchas carcajadas.

Aunque había detectado que esta rigidez me hacía daño y vengo luchando contra ella desde hace poco más de tres años, han sido los últimos meses los que mejor han sanado mi alma. Esto se debe sin duda a que mi imagen de Dios ha cambiado. Vuelve a ser amor.

Sigo buscándolo pero ya me libré de la macana que le había pintado y del supuesto contrato para amarme que estipulaba que debía ser buena, cumplir los mandamientos y señalar los pecados. El amor de Dios, comienzo a comprender, es aún más vasto que el de la madre que ama al hijo delincuente que se rehúsa a arrepentirse.

Dios-Amor no puede creer en los castigos, como nosotros los hacemos. Mi figura anterior de Dios me obligaba a creer que al final habrían llamas y rechinar de dientes para los mal portados, pero ahora he dejado de creer en el infierno como castigo divino. Creo que el infierno se lleva en el corazón cuando nos alejamos de Dios o cuando su figura es de tal manera distorsionada que nos volvemos contra la caridad que Cristo vino a profesar.

El mismo Jesús conoció el infierno cuando sudó sangre de angustia o cuando clavado en la cruz le reclamó a su padre, “¿Por qué me has abandonado?” Ese Cristo que se me hermana en mi fragilidad es en el que creo y el que conmemoraré en este semana.

Creo en un Dios sin fórmulas. Creo en un Dios tan grande que ninguna religión es capaz de atesorar. Creo en un Dios de paz.

peredo@prodigy.net.mx

Artículo Publicado en El Norte de Monterrey el 9 de Abril de 2001

Diálogos a la luz de una vela

July 4, 2007
¿Cómo aprendiste a hacer el amor? ¿Lo hiciste o te lo hicieron?
Aprendí sola. Así que si no te gusta cómo lo hago, sólo hará falta decírmelo.
¿Y si me gusta? ¿Dónde felicito y a quién? ¿A tus manos? ¿A tu piel? ¿A tus pechos? ¿A tu aliento? ¿A tu entrega? ¿A tu boca? ¿A tu ternura? ¿A tus pies? ¿A tu esencia de mujer? ¿A tus vellos? ¿A tu dormir cansada después de hacerme mujer? ¿A quién? ¿Al trago de agua antes de entrar a la habitación? ¿Al cigarro que no me dejaste prender? ¿A la música que no paraba de sonar?
A ti. Sólo a ti.
LSM; Julio 3 de 2007