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Crónicas de lo habitual. Claudia Guillén

July 17, 2019

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“…creo que las certezas siempre tienen sus matices…”

Claudia Guillén

Crónicas de lo habitual: el viewmaster de los matices

Agradezco la invitación a esta presentación en el marco de la Escuela de Verano de la UANL 2019 en el Colegio Civil, Centro Cultural Universitario, por parte del Dr. Celso José Garza; asimismo a la Editorial Universitaria, y al Lic. Antonio Ramos Revillas, así como la presencia de Carolina Farías y, por supuesto, a Claudia Guillén. 

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¿Qué es lo habitual? Lo que ocurre o se repite por hábito. Derivado del haber, de lo que hay. Disposición física de ser. Según la cuarta acepción de la RAE, es la forma externa que presenta un grupo de cristales. Me quedo con esta acepción porque este libro -dedicado a sus padres y compuesto por más de cuarenta textos híbridos breves- nos muestra los diferentes brillos y reflejos de un cristal. 

Claudia Guillén ama la vida y es de las pocas personas que conservan la bonita y elegante costumbre de desearle buenos días al prójimo. En este libro, que es una invitación a la nostalgia, utiliza la crónica ensayística para compartirnos parte de su visión del mundo. 

La recordamos en su libro de cuentos  “Los otros” (Cal y Arena, 2009), reconocemos su trayectoria como periodista y académica. Para quien ha acudido a sus clases ha sido un lujo compartir el espacio de aprendizaje en sus talleres. 

En esta ocasión, Claudia Guillén nos ofrece un viewmaster cubierto de nostalgia informada y crónica didáctica. Abrimos el libro y no sólo nos permite reflejarnos como seres humanos en el retrato que nos entrega, sino que además nos invita a abstraernos de la realidad en un viaje al pasado en el que va con nosotros como guía del museo, pero nos deja recorrerlo en diferentes tiempos. La narradora nos sitúa en el viaje desde la primera persona del plural.

Claudia comienza hablando del oficio de escritor y esa imagen romántica de escribir a la luz de las velas con una copa de vino tinto acompañando el proceso de escritura y termina hablando de los cambios tecnológicos y cómo nos adaptamos o no a ellos. Cita a Virginia Woolf con su Habitación propia y esta necesidad de escribir como una herramienta para la trascendencia.

¿Son crónicas, relatos, reseñas, retratos o ensayos? Todo al mismo tiempo. Dice Guillén: “Lo que se guarda en la memoria es un ejercicio de ficción”; aunque hayamos compartido los mismos eventos,  nadie tendrá el mismo recuerdo de ellos. Aún los hermanos recordamos de manera distinta a nuestros padres. Aplaudo y agradezco la generosidad y valentía de Claudia al compartirse de esta manera a través de estos textos.

Ella entrevista diversas personalidades y nos cuenta las cosas desde un punto de vista entrañable, íntimo. Confidencias que se convierten en testimonio. La labor literaria nos puede hacer cuestionarlas: ¿Es Claudia Guillén, la autora de Crónicas de lo habitual, o es Poniatowska -en el Sena, y la maravilla de tener el cabello suelto- la que nos habla? La respuesta es: las dos. 

Nos hablará de nuestra Catrina y su origen, de los mayas y sus códices, así como de la poética de los pueblos originarios. No le pasa desapercibida la fiesta de todos los santos, donde nos transporta por medio de sensaciones para revivirla a través de sus letras y también comparte reflexiones dogmáticas: “…la muerte se presenta como una mejor forma de encontrar un buen camino. Un camino que estará cargado por recompensas fruto de nuestras acciones mientras nos encontramos en el mundo de los vivos.”

“La fiesta de los muertos, pues, proviene desde esa naturaleza humana que nos remite que no todo deja de existir en tanto sea recordado”

Los retratos, las diapositivas, se suceden unas a otras de acuerdo a nuestra elección. Tengo en las manos un libro que se convierte en un viewmaster rodando, y me encuentro en unas páginas leyendo sobre Fray Servando Teresa de Mier y la virgen de Guadalupe, mientras que en otras me entero de los oficios que ya han pasado a ser de otro tiempo. El afilador, por ejemplo. Viajo con la autora y recuerdo El museo del Estanquillo y la colección de tiendas de Carlos Monsivais; veo a los escribientes que hacían las cartas para quienes no supieran leer o escribir y de aquí vuelvo a girar para ver otra clase de texto, esta vez tridimensional: los albañiles que ponen los cimientos de la ciudad. Ese es un oficio que no va a desaparecer. Yo, siendo arquitecta, tengo que confesar que no sabía que Santa Elena tuviera qué ver con las construcciones. Sabía de la Santa Cruz, pero no de Santa Elena. Gracias, Claudia. 

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Nos brinda un espacio literario para reflexionar acerca del tiempo y los espacios arquitectónicos. Recorremos junto a ella la Torre Latinoamericana, la Castañeda, el Zócalo, el Paseo de la Reforma y segundos después estaremos bailando con el poeta de la salsa y preguntándonos ¿Cuáles circunstancias rodearían el nacimiento de Rubén Blades? ¿Cómo es que compone Pedro Navajas? Precisamente ayer -16 de julio- cumplió años. A través de la lectura conozco datos sobre la problemática social y política como parte fundamental de las piezas de Rubén Blades. 

Giro un poco el caleidoscopio y me encuentro a Sara García y, aunque es canícula, apenas pienso en su nombre se me antoja un chocolate. Conozco detalles de su familia. Ahora que está de moda la App de Facebook para mostrar una foto del rostro envejecido, veo que Sara García a los 45 años ya estaba protagonizando a la abuela y se quitó los dientes, se lastimó la rodilla y se tiñó el cabello para cumplir cabalmente con el papel. 

Claudia nos habla también de sus maestros: la maestra Aurorita, Rosita, Arturo Suoto (curiosamente no le llama en diminutivo) su maestro de letras españolas.  “No puedo pensar que hubiera cosa que no supiera, sin embargo, y tal vez por esa sabiduría siempre estaba dispuesto para compartir cualquier conocimiento”. “Los alumnos nos convertimos en una suerte de cómplices de esta pasión en el momento en el que encontramos sentido a lo dicho por los docentes.” Los maestros que se quedan entre los recuerdos. Gracias a nombre de ellos, por este homenaje de gratitud y reconocimiento.

No puede negar el oficio de narradora y el aderezo de poesía. No sólo hacen falta los libros que nos hagan salir de la vida, también hacen falta libros como éste, que nos hacen valorar y revalorar la vida, al vivirla y narrarla tal y como la recordamos e incentivar nuestros propios recuerdos para subrayar nuestra presencia en el mundo.

En “Sacrificado en la pasión”, habla de la lengua que hablamos, el monje San Millán que se encierra en una cueva para redactar escritos para lo que hoy es nuestra lengua y engarza esta historia con el festejo de san Valentín y las distintas formas que se tienen de alcanzar la inmortalidad. 

Después sigue “Las mujeres de Sor Juana”. Donde, a través de la reseña de la novela histórica de Mónica Lavín, acompañamos a las mujeres que de forma real o ficticia estuvieron con Sor Juana. Es una invitación a leer el libro de Mónica y a mi vez, invito a leer este libro, Crónicas de lo habitual, dado que podemos tenerlo en la mesita de noche y disfrutar de una conversación con la académica, que nos habla de los temas que estamos viviendo, con la narradora que hace un listado de las cosas que nos pasan por enfrente en estos momentos convulsos que nos ha tocado compartir. Guillén se enfoca y nos lleva punto por punto con detalles precisos, contraria a Sor Juana, que decía “Y por mirarlo todo, nada veía.”

Giro nuevamente mi Viewmaster y observo la llegada del año 2000 y los cambios que trajo consigo. ¿Qué estamos haciendo en el planeta? Son preguntas existenciales y literarias. Los relatos de Claudia, son “Formas distintas de enunciar el mundo, más allá de la época en la que se haga”. 

También están presentes Fuente ovejuna, Edmundo Valadés, lecciones de historia o de biología, nuevas formas de convivencia para este siglo, sin distinción de razas. Cervantes, el nacimiento del Día del Libro. Mucho aprendizaje en estas hojas, de manera didáctica. La fiesta del libro que nos reúne en torno a lo que amamos quienes amamos las letras. Las fiestas son un ingrediente indispensable para esta compilación, pues también nos habla de la fiesta de la Candelaria y su relación con la fiesta del maíz. Este libro es una fiesta.

También sabe ponerse seria y citar a Miguel de Unamuno para luego compartir datos imprescindibles acerca de la historia de los tacos, la relación de Benito Juárez y la primavera, Elena Garro y Los recuerdos del porvenir, García Lorca, Rafael Alberti, la inclusión de la luna en la poesía, “Como no hablar de poesía, si a través de ella se puede lograr que un suceso tan trágico, como la muerte de un niño se convierta en un canto dulce que arropa esa pérdida”.

Hay un sitio para las mujeres de la historia: Lilith, Madame Bovary y Ana Karenina, acuden a esta convocatoria y dialogan sobre filosofía, religión mientras Angeles Mastreta -con su Arráncame la vida-, Isadora Duncan descalza, Rosario Castellanos viajando de Chiapas a la ciudad de México, las hermanas Mirabal -que se enfrentan al mundo con el nombre de “Las mariposas” y que fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960- las acompañan. 

Cambio el enfoque y veo a Agustín Lara conviviendo con Rubén Darío mientras Natalia Lafourcade y José Alfredo Jiménez se escuchan de música de fondo. Marco Aurelio Carballo canta. Giro una vez más y descubro el relato íntimo sobre las cenizas de su madre. Su perra Laika, enterrada en el patio de su casa y me siento ahí, acompañándola en sus pérdidas más significativas. 

En un cambio de perspectiva, compara las redes sociales con La Celestina, personaje que nos permite sacar a la luz los temas más oscuros. Narra la fiesta de la identidad hispana el 5 de mayo en los Estados Unidos; la devoción hacia la Santa Muerte, la conquista religiosa de México, el paso por el tiempo del rostro de Jesús crucificado y que ahora lo vemos tan normal, Marcelino, pan y vino, como el preámbulo para adorar a la Santa Muerte o sentir empatía por sus seguidores. 

Es un libro pivote que nos conduce a más libros,  a la literatura exótica, a obras de teatro como El gesticulador o a la cinematografía de Los olvidados, de Buñuel. Los autores exponen la sociedad con lo bello y lo bueno que tiene, así como lo malo. Claudia no juzga, sólo presenta los hechos que también se manifiestan en las redes sociales y disfruta la contemplación de mariposas en su placenta de oruga, 

Los organilleros no se quedan fuera del desfile de personajes que ha creado la autora, ni el primer viaje a la Luna, que incluye la leyenda de Quetzalcóatl y su triada existencial,  para después saltar a Guatemala, su ciudad natal, la celebración de la virgen de Guadalupe, los mitos y las leyendas, ¿por qué los lobos le aúllan a la luna? ¿qué pasa si las embarazadas ven un eclipse? ¿por qué es presagio de malestar un gato negro? Lean Crónicas de lo habitual y lo descubrirán. 

Dice Tomás González: “Escribir es un ejercicio de memoria, y la memoria es un ejercicio de ficción. Es muy difícil separar ficción del recuerdo porque uno crea y llena los vacíos sin darse cuenta. Esa separación es poco sólida. Pasar de una cosa a otra es viable cuando uno está haciendo literatura.” Guillén lo sabe, y lo comparte.

Intimista, sin ser cursi; histórico sin ser arcaico; personal, sin ser anécdótico; compilación que no es antología; sencillez, que no es simpleza. Una caja de galletas para una tarde de otoño, jícama con limón en este verano. Un Viewmaster, un caleidoscopio, una mirada ajena que podemos volver nuestra. Un camaleón de recuerdos que se posa en la pared de la literatura para solaz nuestro. 

El 17 de Julio de 2019, en el Colegio Civil Centro Cultural Universitario, a las 19:00 horas tuvo inicio la presentación del libro de crónicas, relatos, ensayos y costumbres, Crónicas de lo habitual, de la escritora Claudia Guillén. Así podría comenzar ese libro que seguramente provocará. Esperemos que alguien más nos comparta sus propios recuerdos en un Celebrity ‘89 que haga las veces de un Plymouth 1957.

Lorena Sanmillán 

El garabato de un niño es tu cuerpo de mujer

April 6, 2019

LA DISOLUCION DEL CUERPOPuedo beber de la arena y la cal

puedo nadar, sobre la lava de un volcán

puedo soñar

que tengo el cielo sembrado de arrecifes de coral

Puedo correr sobre las olas del mar

puedo viajar sin moverme del sofá

puedo jugar

a mezclar los colores

y pintar mi realidad…

con la trenza de tu pelo el arco iris retocar

Tan sólo existe una cosa

que no puedo comprender

la magia de un laberinto

que siempre quedo atrapado en él

el garabato de un niño

es tu cuerpo de mujer

rectas curvas

curvas rectas

imposibles de aprender

Así lo cantaba el desaparecido Antonio Flores, hijo de la bellísima Lola -La Faraona- Flores, también desaparecida. Miguel Ángel lo sabía cuando esculpió La Piedad, Dalí lo plasmó en Gala junto a la ventana en Cadaqués, Leonardo con su Mona Lisa, los helenos lo manifestaron con La Victoria de Samotracia, Goya en La Maja desnuda y Velázquez con Las meninas. El cuerpo de una mujer es estético, insondable, mágico, misterioso. Y así, como sus predecesores,  ocho mujeres -el número del infinito-, integrantes de Tranvía Colectivo, por medio de este libro de cuentos nos invitan a su viaje por lo conocido y desconocido del cuerpo femenino, compartiéndonos un ramillete de visiones que surgen desde el íntimo interior. Somos afortunados de esta invitación a ver su desnudez literaria, la más confesional, la más grata, la más honesta.

Tranvía Colectivo está formado por mujeres que viven el amanecer desde distintas partes de la república, herederas de Virgina Woolf, con su cuarto propio, dedicadas a ocupaciones diversas. En medio del trajín que significa su vida deciden hacer literatura con sus pensamientos y sentimientos. Se convoca a un libro en conjunto con un tema específico: el cuerpo femenino. Hoy presentamos el espléndido resultado.

La bienvenida al libro corre a cargo del prólogo de la poeta Sara Uribe:

“Y a veces sólo deseo, como muchas otras mujeres, que mi cuerpo permanezca a salvo de todo aquello que lo amenaza”.

Triste es que la amenaza, a veces, seamos nosotras mismas. Al no aceptarnos, al no valorarnos, pero sobre todo al no vernos. Al juzgar todo lo que no somos y renunciar a celebrar lo que sí. Hoy podemos asomarnos a los  interiores de ocho mujeres, y al asomarnos, reconocernos en ellas. Cada una somos todas, en algún momento de la vida. El universo es en nosotras y nosotras somos el universo.

La ciencia ficción hace su arribo para abrir bocado. Catalina Kühne nos presenta Ya no me quedan ojos azules. ¿Qué pasaría si tuviéramos muchos pares de tetas para escoger cada día cuál vamos a usar? Ponernos las mejores para esa cita importante, o las discretas para aquel encuentro desangelado. Es muy cansada la lucha por adaptarnos a las modas que nos rigen, por más rebeldes que seamos.

“…ya no somos más que muñecas con piezas intercambiables”.

¿Y si nuestro cuerpo fuera mutante? ¿Nuestro cuerpo nos sirve solamente para vivir? Ésta es una de las muchas preguntas que vendrán después de leer este cuento. La empatía es el cierre que provoca una sonrisa, con un abrazo en silencio.

Abigail García Salinas, participa con Testimonios del intento. Cuatro narraciones breves, desde cuatro puntos de vista distintos que al igual que los puntos cardinales pueden orientarnos si nos encontramos perdidas. Cuatro mujeres que, por sus súper poderes, bien pueden ser las cuatro fantásticas. Así, vemos en sus narraciones la preocupación por el sobrepeso, ¿qué sucede en tu existencia si padeces estrabismo?, la envidia por el cuerpo joven y el descubrimiento de las valencias que da la madurez, y esa manía de censurar nuestros supuestos defectos cuando pueden ser la filia -pasaporte al placer- de alguien más.

El hígado es el órgano más importante de nuestro cuerpo, es el laboratorio más asombroso. En realidad,  vez de decir que te quiero con el corazón, deberíamos decir que amamos desde el hígado. Lolbé González lo sabe y lo enuncia desde la antípoda: el odio es el otro extremo del péndulo. Patada al hígado, pleno de brincos temporales, hace un homenaje a esa frase hecha desde la historia de Matilde que, buscando aprobación, encuentra lo contrario.}

“Matilde sabe que no nació bonita”.

Sentencia que es sentencia, puesto que ella se lo cree.

“No era bella porque nada hay más lejano a la belleza que el fracasado intento de atraparla”.

Abrazo a Matilde y su ceguera, pues no se da cuenta de su belleza. Tal vez así me ha sucedido alguna vez. Corrijo: así me ha sucedido en algunas ocasiones.

El sobrepeso es la enfermedad de nuestro siglo.  Metabolizamos los alimentos lo mismo que las emociones. Sí, el rencor engorda. Karla Marrufo saca el tema a la palestra con La otra manzana de la discordia. Desde el diálogo interior, nuestra protagonista acepta que nada tiene que ver con Helena, Gal Gadot,  o con Charlize Theron. La narradora hace un viaje por la historia y su historia personal para contarnos su lucha y su dolorosa resignación a vivir sin vanidad con

 “la certeza de que nunca podré demostrarle al mundo que ya no soy la gorda”.

La frase icónica de la obra de teatro Los árboles mueren de pie, –Muerta por dentro, pero de pie, como un árbol- vino a mi mente mientras leía el complejo, delicioso y abstracto cuento de Mónica Flores El verano del sol negro. Las metaficciones y metáforas también están presentes en este compendio.  

“…pensaba en lo duro que es ser corazón con la responsabilidad de no poder parar un día y hacer una pausa…”.

Tomar conciencia de nuestra vida nos lleva a tomar responsabilidad de ello. ¿Qué somos más allá de lo que seremos?

En Todos los meses de Febrero, de la mano de Nidia Cuan, acudimos a la obsesión de una mujer con respecto al paso del tiempo y la fuerza de los introyectos maternos clavados en ella, lo fascinante es que renuncia a ellos y para eso se requiere mucho valor.  Cada día se parece más a su madre y cada día, como todos, envejece.

“En-vejecer: llenarse de viejo”.

Dorian Grey la observa y sonríe desde lo alto. La eternidad es una conquista que logrará por medio de un final inesperado y estrujante.

Luz blanca sobre muchacha de la frontera, de Graciela Ramos, desde la segunda persona, retrata la realidad de una superviviente de los feminicidios en la frontera denunciando de manera poética el olvido en el que caen las víctimas de estos hechos lamentables y cotidianos.

“En tu cerebro, como blanco algodón saturado de olvido, no hay memoria y quedan sin respuesta los porqués, los cuándos, los quién: pero da igual porque tampoco hay preguntas. Nadie te interroga.

¿Qué sucedió? Imposible saberlo si en la oquedad de tu mente flota la nada”.

Alisma De León cava profundo y sin respiro en la desolación de perder una hija a través de un Reporte de búsqueda. Al tiempo que combina poesía experimental, voces polifónicas y datos duros, construye el dolor inenarrable de la desaparición de quién más amas y para buscarle, te piden que digas solamente las características de su cuerpo, lo que los demás buscarán, mientras tú anhelas ver de nuevo su sonrisa y su alma. Así cierra el libro:

“Fue desde hace tres días que no

llega a casa, que no duerme aquí

hace ya tres días que se encuentra

lejos de su Cenicienta y su Mulan

Dos días desde que los carteles y

dos días desde que su mamá sintió

desde que supo que era cierto que

no estaba, dos desde que le rezó

Un día desde que alguien la vio

la vio ahí, hablando con un hombre

caminaron hacia allá, seguro

Una hora desde que encontraron

su cuerpo y sus risas viajaron al

cielo junto a mil pájaros negros.”

Cada autora nos muestra un espejo para reflejarnos y reflexionar. Cada lectora hará lo que le corresponda. Se agradece y aplaude el trabajo narrativo, la presencia de la poesía, la riqueza del lenguaje y se destaca la ausencia de lo cursi,  los estereotipos y  la autoficción. La contundencia es el sine qua non de estas historias cortas. Página tras página nos encontraremos con una literatura que deja atrás lo literal para transformarse en pensamientos llenos de vida. Escribir es un acto complejo que estas escritoras han logrado que se antoje como algo sencillo. Escribir es un ejercicio de esgrima mental y ellas lo saben y se muestran victoriosas. Desde sus registros, cada una de ellas, demuestra su prestidigitación con historias que estremecen, conmueven y cuestionan. Es imposible ser la misma persona una vez que se lee este libro.

Dentro de mi obsesión, en estos cuentos, echo de menos la conquista del placer, la autoficción comprometida y confesional, la menstruación, la sensualidad que es tan de suyo femenina y el inevitable temblor de dos cuerpos femeninos que se acarician hasta el paroxismo.  Probablemente sean los temas de sus próximas compilaciones, porque este proyecto tiene aún  muchas estaciones por cubrir. Comprendo que la realidad se conforma de varios puntos de vista y todos son válidos, femeninos y ciertos. No sólo es nuestro mundo, es el mundo de cada una de las mujeres que nos rodean: apreciaciones íntimas, dramáticas, únicas, y enriquecedoras, pero sobre todo de buena calidad narrativa.

El título del libro se convierte en oximoron:  ¿Disolución del cuerpo? No, en estos textos el cuerpo no se diluye, por el contrario, se trasciende a sí mismo entregándonos textos para disfrutar en su sentido narrativo y para pensar en su vena introspectiva hasta que podamos expresar a nuestro Miguel Ángel interno. Tranvía Colectivo sigue su ruta. Crece, evoluciona, y estaremos atentos a sus próximas entregas. Larga vida para el Colectivo. Ya estoy esperándolas en su próxima parada.

Lorena Sanmillán

 

Decoración de interiores

February 16, 2011

Bruno Zevi, arquitecto y crítico de arte nacido en Italia, establece que la arquitectura es el escenario en el cual se desarrolla la vida. Mies van der Rohe, alemán, habla sobre la función y la forma, la eterna dicotomía que acompaña siempre la creación arquitectónica y enuncia el postulado “Menos es más”, definitorio de su creación. Walter Gropius, funcionalista, le contesta en contrapunto: “Menos es más, sí, pero menos es aburrido”. Los arquitectos juegan con el espacio, con la percepción del mismo, con los conceptos que lo circundan. La casa se convierte en pétreo abrazo para los habitantes. Luis Barragán, mexicano, sabe imprimirle pasión a los espacios a través del color y las dimensiones. La intensidad es longitud cimbrada a escala del alma. Arquitectura orgánica es un pleonasmo que decimos con descaro. ¿Es que acaso existe otra forma de hacerla?

La arquitectura, además de su finalidad estética, debe cumplir los requisitos de funciones mínimas para asegurar el confort y el transcurso de la vida de sus habitantes. Lo exterior y lo interior constituyen un todo que debe complementarse a través de elementos que necesitan convivir en armonía. En la poesía, por el contrario, el valor estético persiste por encima de la utilidad en lúdica contradicción, pues si no conmueve, no funciona, al menos no para ese lector.  Acudimos hoy a este espacio para acompañar a Luis Aguilar, arquitecto de palabras, en la presentación de su  más reciente poemario “Decoración de interiores”.

Luis, reconocido en septiembre de 2010 con el Premio a las Artes en el área de Literatura por la UANL, tiene una amplia  y versátil carrera que lo avala. No obstante, cada libro es un volver a empezar. Un nuevo reto. El papel en blanco sobre el restirador para trazar un plano inédito. El desafío de trastocar el estilo encontrado para reinventarse y no anquilosarse en una fórmula tan probada como laureada. Y sin embargo no es novedad. El talento que se refleja en el trabajo dispuesto por el pincel de la sensibilidad no es sólo acicate para la sorpresa: es una invitación al gozo de volver a leerlo.

Traspasar el umbral de una puerta generalmente nos coloca en el interior, término que vive asociación libre con las cuestiones referentes al alma. La generosidad de un espacio para guarecernos es de agradecerse. Cuando el alma se siente acogida en el universo creativo de quien con palabras nos retrata su mundo y lo comparte, es menester hacer patente la sensación que invade.

El orden renacentista obliga a tomar elementos de lo clásico. Así, la prosa poética, herencia de Platón, le da forma a los textos de este poemario. El narrador lírico prescinde de la métrica y la rima con la finalidad de transmitir sensaciones, impresiones, introyectos. El empleo de los signos de puntuación, que acentúan la musicalidad del escrito, se inscribe en lo posmoderno.

La música intrínseca de las esdrújulas acompaña la lectura. El ritmo es tácito e influyen en él los cambios de voces con los que juega el autor. El azar, ausente en la escritura, puede gobernar la lectura y mecerse bajo su amparo abre el calidoscopio del descubrimiento. La relectura nunca será la misma si jugamos con el orden de los textos, independientes, pero conjugados con maestría dentro de un ordenamiento ecléctico.

A pesar de que en apariencia no posee de intención un lenguaje cinematográfico, en la lectura de este libro nos acompaña una sucesión de imágenes. Nada más abrirlo, la percepción es similar a quien nos muestra entusiasmado los objetos con los que ha decorado su casa, el mundo en que vive. Los porqués y para qués de cada cosa que conforma la atmósfera del narrador.  Decorar tiene dos acepciones: la primera, hermosear una cosa, adornar; la segunda, recitar a coro. Ambas se cumplen en ciclo alternativo e intermitente.

La contemplación de los objetos recrea la pupila e inspira la creación. Los ojoscámara se posan objeto sobre objeto en la habitación que se nos muestra lo cotidiano transformado en lo figurativo: el piano, el arcón de los recuerdos, el tiempo contenido en la madera, un balcón que no espera a nadie, aquél candil que apenas ilumina, la mesita de noche en que se guardan los recuerdos, un tragaluz que es puerta de fantasmas. Bajo la metamorfosis de Luis, un candil se convierte en un ángel con pendientes ámbar, los bodegones que adornan el comedor dialogan con las acuarelas de la otra pared, la mesita de noche y el delantal amarillo tienen un romance. Si así se hicieran los inventarios nadie les sacaría la vuelta.

Los objetos cobran vida para contar su historia y eternizar instantes:

Nahum con cicatriz sonriente

A la alfombra egipcia no sirve la turba de razones. ¿De qué ante la

orfandad salvaje de esos pasos? Apisonar entrañable en otro tiempo,

sus hilos erigen desamparos. De la sombra que relajaba el sillón tapiz

a rayas queda sólo —de un par de alas— la sombra colorida. Endecha

de voces apagadas. Al fondo observan: la cicatriz sonriente de mi

espalda; Nahum en otro agravio; cierta mudez de tulipanes en el tiesto;

un cuádruple abandono de alpargatas.

Página 35

Los objetos, al cobrar vida, evidencian emociones. El narrador se desnuda y obsequia dos lecturas. La que establece el pacto ficcional para el viaje lúdico, y la práctica, quedándose en la superficie de los objetos. La frontera entre ambas está marcada por la tesitura polisémica del lenguaje que utiliza.

El rincón del erotismo, cómo no, invitado también, nos despliega sus misterios.

Tragaluz con ojos mate

Bajo el tragaluz, el mate espesor de las miradas. La noche bruñe

cavidades soledosas. Silente, en el buró provenzal de lilas [bajo una

lámpara de caniquí], fotografía de ojos exánimes

: tiempo detenido bajo el techo.

: techo ramificado por las grietas.

: grietas haciendo túneles dos cuerpos.

Abrirse las constelaciones no incita expectativas. [Tampoco este

lerdo simulacro de que no pasa nada.]”

Página 20

Del mismo modo, la pasión reclama su factura, exponiendo antes el lector la contradictoria y blasfémica prestanza del narrador, cito un fragmento, página 45, del poema Oración de amantes prósperos:

Yo confieso ante dios, todopoderoso, que he

pecado de pensamiento, palabra, obra y omisión. Los santos fueron mal

colocados. Sus pilotos abandonaron los aviones. Al fin y al cabo, no

faltará un ciclón para arrasar con todo; para dejar la isla de cocina

repleta de vacíos.

El dolor y la nostalgia, contraparte de la vida,  habitan los espacios.

Hora de sombras provechosa

Me comería una fruta pero en el refrigerador no hay nada. Un goteo

lento y preciso mantiene el insomnio de la tarja, la cocina. Estructurar

una visita a la lavandería impide que se rompa el hilo delgadísimo que

supone un primer fin de semana sola en esta casa sola. El domingo es

descubierto como una pelota en movimiento que arrastra la inmovilidad

de la mirada. Sostengo la redondez del orden para que el desconsuelo

no desborde una puerta que hace días estatizó el azoro.

Página 43

A veces, una de las tareas más difíciles es justamente encontrarle nombre a un texto. En este poemario los propios nombres de cada elemento parecen conjuntarse en el índice. Uno tras otro regalan imágenes y es precioso y preciso leerlos en letanía. Atisbos de lo que hay detrás:

“Manto de estrellas incontable”

“Olivo y bambú con rojura de ojos”

“Ruinas con estudio antropológico”

Aguilar, autor de la frase inolvidable “Punto. Y por mí, final”, adereza sus contenidos con frases en apariencia sueltas que le dan contundencia a su todo, cito, sin evidenciar el texto, para hacer un llamado a la curiosidad:

“Los adioses ameritan rigor y valentía”

“El cuchillo es un cobarde”

“La inmensidad es descontrol del ojo”

“No quiero repetir lo que me hiere”

El texto detrás del texto se hace presente y remata el contenido. Después de leer varios poemas, la imaginación excitada del lector inventará su historia. El narrador, ángel infernal, nos coloca en el dintel de un espacio que se abre hasta el límite de la ensoñación de quien lee. Abre el espectro de la historia para iluminar la oscuridad donde habitan las historias propias. Esas a las que a veces les sacamos la vuelta porque son dolorosas, aquí hay que enfrentarlas pues las tenemos en el horizonte ensordeciendo la mirada. Como ocurre, por ejemplo, en la página 48 en el poema “Cama con puerco espín”.

La escenografía de la vida nos envuelve, queramos o no. El arquitecto entrega la casa y se va. Los habitantes llegan. Este libro, a través de imágenes, lenguaje y música, abre una puerta para el tránsito emocional. Felicito a Conarte por la publicación de esta obra poética, dentro de la colección “Libros del Bicentenario”. Víctor Hugo ha dicho que la arquitectura es el libro de la humanidad. Octavio Paz establece que la arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia. Abrazo a Luis Aguilar por esta poesía que habla de tanta historia y de tanta humanidad, gracias por esta decoración de interiores para el alma.  Y, como él dice: Punto. Y por mí, final.

Lorena Sanmillán

Octubre 2010 – Febrero 2011

Silencio que el burro va a hablar

June 3, 2010

Para el profe Berrones

Representa para mí un gran honor el acudir el día de hoy al Colegio Civil a la presentación de este libro. Encantada de compartir el privilegio del bautizo del hijo de Guillermo Berrones, “Orejas de burro. Anécdotas y crónicas del aula”, junto a Ximena Peredo y Jesús de León. Gracias a José Garza por su incansable labor al frente de la Secretaría de Publicaciones de la UANL.

Conocí a Guillermo a través del libro “El Viejo Paulino”. Mi madre es fan de esa música y heredé el gusto por los corridos. Los corridos cuentan historias. Derivan del romance antiguo y son una de las muchas formas que toma la crónica. La crónica representa un género literario que narra hechos históricos en orden cronológico. La palabra crónica viene del latín chronica, que a su vez se deriva del griego kronika biblios, es decir, libros que siguen el orden del tiempo. En una crónica los hechos se narran según el orden temporal en que ocurrieron, a menudo por testigos presenciales o contemporáneos, ya sea en primera o en tercera persona. En este libro, Guillermo es narrador testigo que nos comparte sus vivencias con cierto grado de ironía, crítica y humor. Asume el compromiso que la crónica tiene con la veracidad.

Una anécdota es un cuento corto que narra un incidente biográfico interesante o entretenido, una narración breve de un suceso curioso. Una anécdota siempre está basada en hechos reales, un incidente con personas reales como personajes, en lugares reales. No obstante, con el correr del tiempo las pequeñas modificaciones realizadas por cada persona que la cuenta pueden derivar en una obra ficticia, que sigue siendo contada pero tiende a ser más exagerada. En este libro hay atisbos de tal cosa. Aunque la mayoría de las ocasiones el narrador permanece fiel a los hechos y tiene la valentía de expresar su opinión desnuda al respecto.

El apetito del escritor lo lleva a contar historias. No importa si es su historia, la historia o una historia. Se trata de contar. En este contar, podemos encontrarnos precisamente con la anécdota que da origen a la expresión “Orejas de burro”, la cual data del Medievo.

“Aquel labrador que, llevó su hijo al colegio para que recibiera instrucción. A las preguntas del maestro el niño no contestaba nada. El padre pidió al maestro el precio por las clases particulares y le pareció demasiado caro. Y exclamó: “Por ese precio, mejor me compro un burro”. Entonces el maestro le respondió: “Pues cómpreselo y con éste tendrá dos, nada más póngale unas orejas”.

Generalmente la expresión se utiliza en la escuela con tono despectivo, discriminatorio, insultante. En algún tiempo se usaba que a los alumnos menos destacados se les pusiera orejas de burro y mandarlos al rincón del aula, volteados contra la pared. Se podía ser aún más cruel y  exhibirlos e incluso colocarlos en el patio a la vista de todos. El término no ha sido exclusivo de la escuela. También tenemos las frases: burro de planchar, es tan corto de miras que no distingue un burro ni por las orejas, dos burros no hacen medio caballo. En este preciso momento me viene a la mente una caricatura donde más de un presidente ha sido condecorado con esta distinción injusta. Injusta porque precisamente los burros están ligados al trabajo. A la alta jornada, al supremo esfuerzo. Cabe mencionar que los burros están en peligro de extinción. Incluso existe una asociación que se dedica a protegerlos.

Guillermo es un maestro normalista, por vocación y convicción que ha trabajado como burro para compartir su labor didáctica y en el buen estilo de varios pro-o-sores dobletea  y cuadruplica sus funciones: docente, escritor, cronista, periodista creador del personaje Profeta Berna, quien publica décimas en el Quince Diario. En el libro que hoy nos ocupa hace uso de una narrativa aderezada por toques cáusticos y el manejo del lenguaje cotidiano para exponer una lección que va más allá del texto. El cuento, la anécdota existe, pero la lección, la moraleja –aunque la crónica no precisa ninguna de las dos- está implícita en la lectura.

Berrones nos ofrece pinceladas narrativas de sucesos cotidianos que trascienden. ¿Quién no se ha enamorado de un maestro? En “Amores estudiantiles” (Página 17) se habla de ello, con una carta que vale la pena citar:

“Profe, cuando reviso mi horario del día, quisiera que las horas transcurrieran lo más rápido posible para que se llegue el momento en que usted entre por la puerta bañado de sol, resplandeciente y callado, con ese silencio que lo dice todo y que al hablar es como si de su boca surgiera la magia, el embeleso y la pasión. Su presencia nos inunda con el calor de su enseñanza, y es como si usted flotara celestialmente mientras nosotros nadamos hacia su persona para tocarlo y sentirnos divinos. Y yo, maestro, me siento consumida por los celos cuando mis compañeros acuden a usted para salvarse. Lo veo revisar sus libretas y entonces las hojas son mis manos y mi espalda es el resorte que usted acaricia suavemente. Soy una hoja en blanco que aspira a ser manchada con el rigor de su pluma. Sé que estoy loca, maestro, me lo dice a diario mi conciencia: pero qué es el amor sino la locura desatada por sus rizos, el destello de sus mejillas sonrosadas y ese pecho que se asoma cubierto de vellos entre su camisa. Míreme, búsqueme entre las sombras de sus alumnos, descubra la pasión que cada día es más evidente y aprenda a amarme con la misma intensidad de mi cariño. Suya, siempre”.

Cito esta carta porque tiene que ver con el trasfondo de crítica social entre líneas que maneja Berrones. La chica enamorada, con esa excelente escritura, “la más seria del grupo, alumna ejemplar y responsable” tiene un futuro desafortunado. Los avatares de la vida la conducen a encontrar trabajo en un sitio de esos donde se baila con poca ropa y en vez de tener un privado en algún corporativo con la mejor vista de la ciudad, se gana la vida haciendo privados en salas a oscuras. Un alma que se perdió lejos de la educación. Suena a chiste, a anécdota circunstancial. No lo es. Y duele leerlo. En este libro hay literatura, pero no hay mucha ficción.

Hay un corrido de los Tigres del Norte que viene a colación, habla de un recién graduado y en una de sus estrofas dice: “El título sólo me sirvió para cubrirme el sol cuando fui a pedir trabajo”. Guillermo, desde el prólogo,  sienta las bases del debate al preguntar

“¿Qué clase de cambio van a propiciar los maestros? ¿Su iconografía social seguirá siendo parte del mito del apostolado magisterial? ¿Seguirá siendo el maestro un agente de cambio o se resiste a la transformación de su estatus?

Las preguntas quedan en el viento, pero él aporta su ladrillo día a día en el devenir de sus clases como maestro del CIDEB.

También habla con nostalgia sobre los libros prestados que no son devueltos, se queja de las imposiciones inútiles como el uso de las corbatas en esta ciudad con salones sin abanicos ni clima artificial, expone lo referente a los miles de convivios que se organizan los maestros para celebrar que celebraron lo que inventaron que tenían que celebrar. Critica que los maestros de escuelas públicas tengan a sus hijos en colegios privados. Comparte la magia de ver pasar las mariposas monarca como símbolo de esperanza en medio del caos por la inauguración de una biblioteca. Publica su tedio y desesperación por el burocratismo. Establece un homenaje para todos esos maestros raros, los que bailan, los que pintan, los que declaman, los que saben de teatro, que casi nunca son apoyados por su institución y montan sus obras de teatro, ensayan la rondalla por puro amor al arte, dirigen el coro o se ponen junto con los alumnos a hacer manualidades, pero que son los primeros convocados cuando va de visita el inspector para hacer un festival y así poder saludar con sombrero ajeno. Favores que no se agradecen institucionalmente, pero son maestros que todos recordamos después con muchísimo cariño.

En el libro hay un conjunto de voces. Hablan los alumnos, los testigos, los maestros. Las evocaciones humanas. También hay clases de historia. Gracias a él, supe que alguna vez le robaron la espada a la estatua de Simón Bolívar y el maestro nos cuenta cómo se resolvió el asunto.

La figura del maestro y las técnicas de la pedagogía han cambiado con el tiempo. Lejos quedan aquellos días donde al maestro se le veía como a un segundo padre o semidios. La gran expectativa en la estación del pueblo porque llegaría el maestro, la fiesta en casa del alcalde. Un regaño del pro-o-sor nos podía sumir en profunda depresión. La tarea era el medio que facilitaba el aprendizaje. Hoy en día un regaño del maestro puede convertirse en el despido de una asociación de padres manipulados por sus hijos y revisar tareas implica un fastidio de lo más soporífero. “La carta a una profesora de cuarto grado” (Página 71) –verídica- ejemplifica la preocupación de un padre por la educación de su hija. Es emotivo y narra cómo estaba enamorado de su maestra de cuarto grado y que ve con tristeza que su hija, lejos de asumir sus tareas como un placer, las ve como una esclavitud, una obligación. Le recomienda a su colega cambiar de didáctica. Cito unos cuantos puntos:

a) ¿Tienen los niños de esta edad la madurez y el conocimiento para analizar y sintetizar un texto extenso y de un tema desconocido para ellos?

b) ¿Qué tan significativo resulta que busquen respuestas complementarias sin sentido sintáctico y mucho menos conceptual?

c) ¿No es tradicionalista y agobiante hacer series numéricas larguísimas?

d) ¿No es riesgoso dejar por largos periodos de tiempo a los niños solos en el salón de clase?

e) ¿Tiene algún sentido didáctico cubrir en un par de sesiones lo que debió verse en un semestre?

f) ¿La memorización de cuestionarios (por cierto, muy deficientes) fortalece realmente el aprendizaje significativo y la reflexión?

g) ¿Que las tareas no deben ser complementarias de la experiencia del conocimiento en el aula, o cuando menos indagatorias ante un conocimiento nuevo que se impartirá al día siguiente?

h) El autoestudio es válido, pero ¿se ha entrenado a los niños para realizarlo?

Si bien en su mayoría las carcajadas y la reflexión acompañan la lectura de este libro, también hay espacio para situaciones que estremecen el corazón. Tal es el caso del relato “Hay violencia intraescolar” (Página 145) que versa sobre un concurso de cartas a los padres donde una niña escribe una carta donde manifiesta su incapacidad de perdonar a su progenitor por haber matado a su madre delante de ella.

Para mi padre

De: Amor imposible

Hola.

Padre yo e comprendido Que Adentro De mi corazón Siento Algo por ti Pero no se si Es Afecto o rencor yo no entiendo Porque Si Me Querias tanto Como Dices No Me hubieras Quitado A Mí Madre A Mi Amiga PorQue Con Migo Por Eso te Digo que espero Que Algun Dia Te Arrepientas de lo que isiste Pero una cosa Si te Dijo No creo Poder Perdonarte PorQue Me quistaste A Mi MAMA y Mi Madre era O bien es Mi razón de vivir y usted Puede Ser Muy Mi Padre Pero Padre No es el Que engendra Si no el Que Da Cariño y Amor  conosco un Señor Que Me Ve Como Su hija No Sabes Cuanto Me gustaria Que tu fueras como el.

… y lo Pior De todo es que tu No Sabez Cuanto Dolor Me Da Cuando llega el Dia De la Madre O De la familia Me Da Muncha envidia Con Mis Amigas Alberlas Con Su mama y Su papa Felices y Contentoz Mi Hermana A Sabido quererme Pero Ni ella Ni Nadie Podra ocupar el lugar DE Mi Mama. Yo Se que en el lugar En Donde Estas, Estas Con otra Señora tu Que Desias Querer Muncho A Mi Madre Así es como le Demuestras tu cariño Manchando Su Memoria Solo te Dijo Que Espero Que Algun Dia te Arrepientas Porque yo No creo Poder Perdonarte.

Se Dezpide tu hija; Ariam Aznerol

Azta Nunca”

En “Orgullo normalista” (Página 165)  está presente la denuncia. Narra el caso de Ana María y su hijo Azael. Ana María, próxima a jubilarse es llamada a la dirección. La directora le comenta que es preciso que estudie, que se supere para así lograr que su hijo pueda sentirse orgulloso de ella. Azael le reclama a la maestra tal cosa, renuncia en mano:

“Vengo a decirle que yo estoy muy orgulloso de mi madre y ella no necesita hacer nada para que yo me sienta orgulloso de ella”.

Berrones pregunta y yo secundo

“¿Cuáles son los valores de una institución y cuáles los de la directora? ¿En qué estriba el orgullo de un hijo por su madre?”

Decir la verdad, ser franco tiene sus riesgos. Esconderse detrás de un anónimo es un síntoma de cobardía. Hay que leer “El juglar de Lilyput” para enterarnos de un conflicto que protagonizó el autor por atreverse a ser crítico con el ambiente que lo rodeaba.

Santa Elba Esther Gordillo no podría estar ausente en este libro. Aprovecho la coyuntura para narrar una anécdota personal. Le robo un poco los reflectores a Guillermo para contar la emoción que me embargaba cuando se acercaba el día del maestro y ahorraba de mis domingos para comprarle a mi proosora un jaboncito Maja. Para mí, acostumbrada al jabón Lux, el adquirir uno Maja era el no va más de los detalles. La maestra Carolina Lozano, de tercer grado, se lo merecía. Era toda una ceremonia. Tomar el camión, comprar el jabón, olerlo de regreso a casa, envolverlo como Dios me daba a entender y encima un moño celosa espantoso y de mal gusto, pero yo orgullosísima de mi obsequio ofrendándoselo a mi maestra. Qué ridículo se ve ahora, máxime a la sazón de saber que en vez de jaboncitos Maja algunos pro-o-sores reciben un Hummer conseguido bajo no sé qué malévolo acuerdo de Santa Elba Esther con el Gobierno. Su existencia es didáctica para la asignatura de sinónimos, pues personifica el más claro antónimo del concepto magisterio. Por cierto y para que aprendamos, Hummer en inglés se dice Jómer, tal como señala la última crónica del libro.

Estamos frente a un libro ameno. Un encuentro con un mundo que la mayoría de nosotros hemos vivido de lejos, en la superficie, ahora lo podemos ver desde las entrañas. Hay un infiltrado que sin ser soplón nos cuenta sus historias y con ellas la historia. Un viaje por el pasado, el futuro y el presente. Con la tensión necesaria para que no aburra y el tono preciso para mantener el interés. Un habitante para la mesita de noche, leer una anécdota antes de dormir y al soñar hacerlo con una sonrisa en la frente que haga las veces de estrellita por ser niños aplicados y cumplir la cuota de lectura voluntaria. De no hacerlo, que nos pongan orejas de burro.

Para saber quién es quién, hay que escuchar los corridos. Para conocer un poco de lo mucho que sucede en el mundo de las aulas hay que leer Orejas de burro. Este libro amerita un segundo tomo, en el que solicito se incluyan las fechas de las anécdotas y crónicas como un referente temporal que las contextualice. Que alguien comience a escribir el corrido de Berrones, maestro normalista, escritor que nace un día 11 de febrero, alter ego del Profe Taberna, mientras él continúa compartiendo su enseñanza. Enhorabuena, Guillermo. Y reitero el reconocimiento a Celso José Garza por la publicación de libros como éste.

Lorena Sanmillán

Texto leído en la presentación del libro “Orejas de burro”. Colegio Civil,  junio 2 de 2010