“…creo que las certezas siempre tienen sus matices…”
Claudia Guillén
Crónicas de lo habitual: el viewmaster de los matices
Agradezco la invitación a esta presentación en el marco de la Escuela de Verano de la UANL 2019 en el Colegio Civil, Centro Cultural Universitario, por parte del Dr. Celso José Garza; asimismo a la Editorial Universitaria, y al Lic. Antonio Ramos Revillas, así como la presencia de Carolina Farías y, por supuesto, a Claudia Guillén.
¿Qué es lo habitual? Lo que ocurre o se repite por hábito. Derivado del haber, de lo que hay. Disposición física de ser. Según la cuarta acepción de la RAE, es la forma externa que presenta un grupo de cristales. Me quedo con esta acepción porque este libro -dedicado a sus padres y compuesto por más de cuarenta textos híbridos breves- nos muestra los diferentes brillos y reflejos de un cristal.
Claudia Guillén ama la vida y es de las pocas personas que conservan la bonita y elegante costumbre de desearle buenos días al prójimo. En este libro, que es una invitación a la nostalgia, utiliza la crónica ensayística para compartirnos parte de su visión del mundo.
La recordamos en su libro de cuentos “Los otros” (Cal y Arena, 2009), reconocemos su trayectoria como periodista y académica. Para quien ha acudido a sus clases ha sido un lujo compartir el espacio de aprendizaje en sus talleres.
En esta ocasión, Claudia Guillén nos ofrece un viewmaster cubierto de nostalgia informada y crónica didáctica. Abrimos el libro y no sólo nos permite reflejarnos como seres humanos en el retrato que nos entrega, sino que además nos invita a abstraernos de la realidad en un viaje al pasado en el que va con nosotros como guía del museo, pero nos deja recorrerlo en diferentes tiempos. La narradora nos sitúa en el viaje desde la primera persona del plural.
Claudia comienza hablando del oficio de escritor y esa imagen romántica de escribir a la luz de las velas con una copa de vino tinto acompañando el proceso de escritura y termina hablando de los cambios tecnológicos y cómo nos adaptamos o no a ellos. Cita a Virginia Woolf con su Habitación propia y esta necesidad de escribir como una herramienta para la trascendencia.
¿Son crónicas, relatos, reseñas, retratos o ensayos? Todo al mismo tiempo. Dice Guillén: “Lo que se guarda en la memoria es un ejercicio de ficción”; aunque hayamos compartido los mismos eventos, nadie tendrá el mismo recuerdo de ellos. Aún los hermanos recordamos de manera distinta a nuestros padres. Aplaudo y agradezco la generosidad y valentía de Claudia al compartirse de esta manera a través de estos textos.
Ella entrevista diversas personalidades y nos cuenta las cosas desde un punto de vista entrañable, íntimo. Confidencias que se convierten en testimonio. La labor literaria nos puede hacer cuestionarlas: ¿Es Claudia Guillén, la autora de Crónicas de lo habitual, o es Poniatowska -en el Sena, y la maravilla de tener el cabello suelto- la que nos habla? La respuesta es: las dos.
Nos hablará de nuestra Catrina y su origen, de los mayas y sus códices, así como de la poética de los pueblos originarios. No le pasa desapercibida la fiesta de todos los santos, donde nos transporta por medio de sensaciones para revivirla a través de sus letras y también comparte reflexiones dogmáticas: “…la muerte se presenta como una mejor forma de encontrar un buen camino. Un camino que estará cargado por recompensas fruto de nuestras acciones mientras nos encontramos en el mundo de los vivos.”
“La fiesta de los muertos, pues, proviene desde esa naturaleza humana que nos remite que no todo deja de existir en tanto sea recordado”
Los retratos, las diapositivas, se suceden unas a otras de acuerdo a nuestra elección. Tengo en las manos un libro que se convierte en un viewmaster rodando, y me encuentro en unas páginas leyendo sobre Fray Servando Teresa de Mier y la virgen de Guadalupe, mientras que en otras me entero de los oficios que ya han pasado a ser de otro tiempo. El afilador, por ejemplo. Viajo con la autora y recuerdo El museo del Estanquillo y la colección de tiendas de Carlos Monsivais; veo a los escribientes que hacían las cartas para quienes no supieran leer o escribir y de aquí vuelvo a girar para ver otra clase de texto, esta vez tridimensional: los albañiles que ponen los cimientos de la ciudad. Ese es un oficio que no va a desaparecer. Yo, siendo arquitecta, tengo que confesar que no sabía que Santa Elena tuviera qué ver con las construcciones. Sabía de la Santa Cruz, pero no de Santa Elena. Gracias, Claudia.
Nos brinda un espacio literario para reflexionar acerca del tiempo y los espacios arquitectónicos. Recorremos junto a ella la Torre Latinoamericana, la Castañeda, el Zócalo, el Paseo de la Reforma y segundos después estaremos bailando con el poeta de la salsa y preguntándonos ¿Cuáles circunstancias rodearían el nacimiento de Rubén Blades? ¿Cómo es que compone Pedro Navajas? Precisamente ayer -16 de julio- cumplió años. A través de la lectura conozco datos sobre la problemática social y política como parte fundamental de las piezas de Rubén Blades.
Giro un poco el caleidoscopio y me encuentro a Sara García y, aunque es canícula, apenas pienso en su nombre se me antoja un chocolate. Conozco detalles de su familia. Ahora que está de moda la App de Facebook para mostrar una foto del rostro envejecido, veo que Sara García a los 45 años ya estaba protagonizando a la abuela y se quitó los dientes, se lastimó la rodilla y se tiñó el cabello para cumplir cabalmente con el papel.
Claudia nos habla también de sus maestros: la maestra Aurorita, Rosita, Arturo Suoto (curiosamente no le llama en diminutivo) su maestro de letras españolas. “No puedo pensar que hubiera cosa que no supiera, sin embargo, y tal vez por esa sabiduría siempre estaba dispuesto para compartir cualquier conocimiento”. “Los alumnos nos convertimos en una suerte de cómplices de esta pasión en el momento en el que encontramos sentido a lo dicho por los docentes.” Los maestros que se quedan entre los recuerdos. Gracias a nombre de ellos, por este homenaje de gratitud y reconocimiento.
No puede negar el oficio de narradora y el aderezo de poesía. No sólo hacen falta los libros que nos hagan salir de la vida, también hacen falta libros como éste, que nos hacen valorar y revalorar la vida, al vivirla y narrarla tal y como la recordamos e incentivar nuestros propios recuerdos para subrayar nuestra presencia en el mundo.
En “Sacrificado en la pasión”, habla de la lengua que hablamos, el monje San Millán que se encierra en una cueva para redactar escritos para lo que hoy es nuestra lengua y engarza esta historia con el festejo de san Valentín y las distintas formas que se tienen de alcanzar la inmortalidad.
Después sigue “Las mujeres de Sor Juana”. Donde, a través de la reseña de la novela histórica de Mónica Lavín, acompañamos a las mujeres que de forma real o ficticia estuvieron con Sor Juana. Es una invitación a leer el libro de Mónica y a mi vez, invito a leer este libro, Crónicas de lo habitual, dado que podemos tenerlo en la mesita de noche y disfrutar de una conversación con la académica, que nos habla de los temas que estamos viviendo, con la narradora que hace un listado de las cosas que nos pasan por enfrente en estos momentos convulsos que nos ha tocado compartir. Guillén se enfoca y nos lleva punto por punto con detalles precisos, contraria a Sor Juana, que decía “Y por mirarlo todo, nada veía.”
Giro nuevamente mi Viewmaster y observo la llegada del año 2000 y los cambios que trajo consigo. ¿Qué estamos haciendo en el planeta? Son preguntas existenciales y literarias. Los relatos de Claudia, son “Formas distintas de enunciar el mundo, más allá de la época en la que se haga”.
También están presentes Fuente ovejuna, Edmundo Valadés, lecciones de historia o de biología, nuevas formas de convivencia para este siglo, sin distinción de razas. Cervantes, el nacimiento del Día del Libro. Mucho aprendizaje en estas hojas, de manera didáctica. La fiesta del libro que nos reúne en torno a lo que amamos quienes amamos las letras. Las fiestas son un ingrediente indispensable para esta compilación, pues también nos habla de la fiesta de la Candelaria y su relación con la fiesta del maíz. Este libro es una fiesta.
También sabe ponerse seria y citar a Miguel de Unamuno para luego compartir datos imprescindibles acerca de la historia de los tacos, la relación de Benito Juárez y la primavera, Elena Garro y Los recuerdos del porvenir, García Lorca, Rafael Alberti, la inclusión de la luna en la poesía, “Como no hablar de poesía, si a través de ella se puede lograr que un suceso tan trágico, como la muerte de un niño se convierta en un canto dulce que arropa esa pérdida”.
Hay un sitio para las mujeres de la historia: Lilith, Madame Bovary y Ana Karenina, acuden a esta convocatoria y dialogan sobre filosofía, religión mientras Angeles Mastreta -con su Arráncame la vida-, Isadora Duncan descalza, Rosario Castellanos viajando de Chiapas a la ciudad de México, las hermanas Mirabal -que se enfrentan al mundo con el nombre de “Las mariposas” y que fueron asesinadas el 25 de noviembre de 1960- las acompañan.
Cambio el enfoque y veo a Agustín Lara conviviendo con Rubén Darío mientras Natalia Lafourcade y José Alfredo Jiménez se escuchan de música de fondo. Marco Aurelio Carballo canta. Giro una vez más y descubro el relato íntimo sobre las cenizas de su madre. Su perra Laika, enterrada en el patio de su casa y me siento ahí, acompañándola en sus pérdidas más significativas.
En un cambio de perspectiva, compara las redes sociales con La Celestina, personaje que nos permite sacar a la luz los temas más oscuros. Narra la fiesta de la identidad hispana el 5 de mayo en los Estados Unidos; la devoción hacia la Santa Muerte, la conquista religiosa de México, el paso por el tiempo del rostro de Jesús crucificado y que ahora lo vemos tan normal, Marcelino, pan y vino, como el preámbulo para adorar a la Santa Muerte o sentir empatía por sus seguidores.
Es un libro pivote que nos conduce a más libros, a la literatura exótica, a obras de teatro como El gesticulador o a la cinematografía de Los olvidados, de Buñuel. Los autores exponen la sociedad con lo bello y lo bueno que tiene, así como lo malo. Claudia no juzga, sólo presenta los hechos que también se manifiestan en las redes sociales y disfruta la contemplación de mariposas en su placenta de oruga,
Los organilleros no se quedan fuera del desfile de personajes que ha creado la autora, ni el primer viaje a la Luna, que incluye la leyenda de Quetzalcóatl y su triada existencial, para después saltar a Guatemala, su ciudad natal, la celebración de la virgen de Guadalupe, los mitos y las leyendas, ¿por qué los lobos le aúllan a la luna? ¿qué pasa si las embarazadas ven un eclipse? ¿por qué es presagio de malestar un gato negro? Lean Crónicas de lo habitual y lo descubrirán.
Dice Tomás González: “Escribir es un ejercicio de memoria, y la memoria es un ejercicio de ficción. Es muy difícil separar ficción del recuerdo porque uno crea y llena los vacíos sin darse cuenta. Esa separación es poco sólida. Pasar de una cosa a otra es viable cuando uno está haciendo literatura.” Guillén lo sabe, y lo comparte.
Intimista, sin ser cursi; histórico sin ser arcaico; personal, sin ser anécdótico; compilación que no es antología; sencillez, que no es simpleza. Una caja de galletas para una tarde de otoño, jícama con limón en este verano. Un Viewmaster, un caleidoscopio, una mirada ajena que podemos volver nuestra. Un camaleón de recuerdos que se posa en la pared de la literatura para solaz nuestro.
El 17 de Julio de 2019, en el Colegio Civil Centro Cultural Universitario, a las 19:00 horas tuvo inicio la presentación del libro de crónicas, relatos, ensayos y costumbres, Crónicas de lo habitual, de la escritora Claudia Guillén. Así podría comenzar ese libro que seguramente provocará. Esperemos que alguien más nos comparta sus propios recuerdos en un Celebrity ‘89 que haga las veces de un Plymouth 1957.
Lorena Sanmillán