Aún recuerdo con cariño
que en mi escuela una mañana
allá cuando yo era niño
iba a empezar una plana
más blanca que el mismo armiño.
Era el rigor del verano
que de ello me acuerdo mucho
y, por capricho inhumano
cazaba moscas, ufano
de llenar un cucurucho.
Con entusiasmo creciente
estaba absorto en mi juego
cuando, por ser torpe o ciego
al volverme de repente
cayó un borrón en el pliego.
Llenos de llanto los ojos
le quise al punto quitar
y quedé, tras mil enojos
con los párpados ya rojos
y el borrón en su lugar.
Mas supe en esta ocasión
que a pesar de mi inocencia
que mancha una mala acción
con indecible borrón
la plana de la conciencia.
Manuel García de Agüero