Comparto mi artículo favorito de Germán Dehesa. Publicado en El Norte el 1 de Julio de 1994, día en que cumplió 50 años.
Los dones
Gracias quiero dar al infinito laberinto de las causas y los efectos por los incontables dones que la vida me ha prodigado; por un hombre que pasó de la costa cántabra a Xalapa, Veracruz y trajo consigo mi apellido; por un oscuro militar que defendió Chapultepec y que también está en mi sangre; por mis cuatro abuelos que adivinando al nieto que les esperaba fallecieron antes de que yo naciera; por mi madre que antes de darse de alta en el Opus Dei contaba chistes colorados llenos de gracia; por el sonriente soñador comunismo de mi padre, que me enseñó a leer y me enamoró para siempre de los libros y de la vida; por mi hermano que agonizó a lo largo de 30 años sin perder el verde brillo de sus ojos y una sonrisa muy dulce; por mi hermana tan querida y tan magnífica doctora; por los parques de mi infancia; por los maristas que se esforzaron quizá sin mucho fruto por educarme; por la música de Mozart que es un joven deleite que aún me acompaña; por el silbato del afilador, las campanas de los helados, el pregón de las alegrías rumores de ayer que mi memoria escucha; por las flores, los mercados, la infinita algarabía de aromas y colores que es mi país; por el asombroso helado de guanábana; por una pedrada que, a los 12 años, me dejó tuerto pero interesante; por los huauzontles que son lo más rico del mundo; por Cervantes que al soñar a Quijote descubrió el mejor territorio de mi espíritu; por la palabra que para ser mágica tiene que ser verdadera; por la UNAM donde conocí a las letras y a las mujeres y me volví persona; por la dignidad de Javier Barros Sierra; por el Hotel María Isabel donde fui bell boy nocturno y adquirí el insomnio y la obra entera de Balzac; por mis maestros y mis doctores que poniéndome y quitándome me han dado cuerpo y alma; por la maestra Concepción Paula, amiga de siempre, compañera y madre de mis hijos y que es, por mucho, la mejor cronista de la vida urbana; por aquel infarto que me hizo descubrir que tenía yo corazón; por Carlos Gaos, Pedro Serrano y Agustín Arias que han hecho de mi vida cosa suya; por Leonardo Santarelli que mira por mí; por mi hijo que se llama Angel que es más tímido y más inteligente que yo; por mi hija Juana Inés que es un jardín secreto; por la pequeña Mariana que me dibuja campos de futbol y está chimuela y loca de contento; por la coreografía del universo y sus puntuales estaciones; por lo que los hombres han pensado, escrito, pintado, edificado, esculpido, soñado, bailado, gozado y sufrido y que yo contemplo con inmenso orgullo; por las emocionantes mujeres que he querido y queriéndome han hecho que florezca; por el amigo conocido ayer, o hace 40 años que le ha dado firmeza y cauce a mis sentimientos; por mis alumnas cuyo pensamiento confluye amorosamente con el mío; por el inalcanzable Unicornio, emblema de belleza y lugar de trabajo y amistad; por mis alumnos que sobrevivieron a mis clases y hoy son ciudadanos; por mis escasos enemigos que tan útiles me han sido; por tanto quirófano visitado; por el intenso tiempo mexicano que me ha tocado vivir y que quizá nos permita provocar el amanecer de la democracia; por la loca, terrible, electrizante y apasionante Ciudad de México; por Venecia que no conozco; por las voces de Alfredo Zitarrosa y Lucha Reyes; por el periódico El Norte, que vale la pena y la alegría; por Borges que me dicta estas palabras; por tantos seres dignos y decentes que he conocido; por la felicidad que sí existe; por estos 50 años que son un sueño y un suspiro; por mis lectores que corrigen y mejoran lo que escribo; por mi país que me ha dado todo, es decir Adriana que ahora espera, prodigioso miligramo, un hijo mío.
Germán Dehesa
Lorena Sanmillán