Archive for November, 2007

Invítame unos churros

November 29, 2007

Anda, ven por mí después de la oficina. Llega sin llamar y entra sin tocar que ya te estaré esperando en mi estudio trabajando en la maqueta, escribiendo y pensándote. Te recibiré en la puerta y te daré el más tierno de mis besos.

Porque te quiero y hace frío, te abrazaré. Tomaré mi abrigo y el termo donde he puesto el chocolate que he preparado para nosotras. Subiré a tu coche. Escucharemos tu vals de Chopin favorito y después el tercer movimiento del Concierto Andaluz de Joaquín Rodrigo. Tu sonreirás y me harás sentir que el trajín del día, que el trajín de mi vida, que el trajín de la humanidad entera ha tenido sentido para que mis pupilas se encuentren en tu sonrisa  apernas imitada por cualquier artista del Renacimiento.

Nos acercaremos al Santuario en tu automóvil. Sobre la calle dieciseis de septiembre lo estacionaremos. Desde ahí subiremos caminando el resto del tramo que nos separa de los churros. Me uniré a ti lo más que pueda y entrelazaremos nuestros brazos mientras sincronizamos el ritmo de nuestros pasos. Respiraré tu perfume y escucharé los cuetes y el zapatear de la peregrinación que va llegando junto con nosotras. Te estremeces toda entre cada cuetón y reniegas por haber traído tacones tan altos. No sabías que íbamos a caminar tanto.

Para contentarte te ofrezco que si tú quieres compramos caramelos, charamuscas, muéganos, cocadas, tamarindos, frazadas, piñones, flautas, pozoles, manzanas con caramelo, algodones de azúcar. Lo que tú quieras. Todo lo que yo quiero son churros con chocolate. Todo lo que yo quiero es recorrer esas calles abrazada de ti.  Ven, vamos a entretenernos viendo las artesanías de madera, cuero y barro. Ven, vamos a echarle un ojo a los discos piratas. Ven, vamos a ver todas las veladoras e imágenes en venta. Si quieres compramos una y la ponemos a los pies de tu virgen morena.

Estamos parados en Tierra Santa y los ángeles del Señor están aquí, estamos parados en tu presencia, hoy, aquí. Te canto desde mi convicciones mezclando mis creencias con las tuyas en nuestra religión única. Una sonrisa compartida nos consagra. Entramos al Santuario, nos da la bienvenida el olor del sahomerio. Te inclinas para rezar y yo lo hago a tu lado. Me persignas, pues sabes que yo ignoro cómo se hace el ritual. Me persignas y noto cuánto me quieres. Me dejo persignar y notas cuánto te quiero. Te veo rezar y adoro el silencio que te da tanta paz. Salimos tomadas de la mano.

Caminamos por entre oferentes incansables y matlachines cansados. Encontramos el puesto de los churros de Don Juan.  Casi todos los oferentes venden de cinco por diez pesos, espolvoreados con azúcar y a veces están fríos. Don Juan, no. Los suyos son distintos de todo a todo. Son pequeños y en cada bolsa pone seis por el mismo precio, los espolvorea con azúcar, canela y chocolate y si se enfrían, los desecha. Sólo vende churros calientitos. Además te ofrece agregarles cajeta, chocolate, mermelada o La Lechera. Por eso vamos a comprarlos ahí.

Una bolsa es suficiente para las dos pues como dice mi mamá Cuando dos se quieren bien, con uno que coma basta. Además ambas sabemos que hay que cuidar tu figura de sílfide y conservar lo pachonchita de la mía. Regresamos al coche. Ahí nos espera la música y el termo de chocolate Abuelita hecho con el molinillo ancestral de mi casa. Platicamos de tu día, de las cosas que te preocupan, de tus sueños y tus miedos. Te escucho adorando el aire de invierno que permite hacer patente nuestra calidez.

Te beso en metáfora cada vez que muerdes el churro, cada vez que suspiras, cada vez que pruebas el chocolate, cada vez que comentas algo. Te beso en ficción y te beso en distancias. Te beso en realidades y nostalgias. Te beso y te agradezco que me invites unos churros, aunque sea sólo eso. Ven hoy, mañana o cuando quieras. Aquí te espero.

Lorena Sanmillán; Diciembre 2007

La diva con prisa

November 29, 2007

 Erick Muñiz nos comparte un trozo de su prosa poética.

Gracias Erick, por este pedacito de ti y por todo lo compartido.

Lorena Sanmillán

 

La diva con prisa

Dice Joaquín que las niñas ya no quieren ser princesas… ahora son abogadas, comunicólogas, arquitectas y, en resumen, toman las riendas de sus propias vidas.
Por eso, las princesas de hoy siempre tienen prisa y muy pronto dejan de ser niñas.
Pregunta Joan Manuel: “¿Qué va a ser de ti lejos de casa, nena, qué va a ser de ti?”.
Cuando el bardo de mi cuadra vio aquella aparición se imaginó que estaba en un cuento de Juan Rulfo y no pudo sustraerse al vendaval de belleza que traía a su alrededor esa inabarcable sonrisa.
Trató de asirse a alguno de sus sentidos para resistir la melodiosa mirada de esa sirena, mas fue inútil: quedó irremediablemente enamorado.
Le ofreció quemar sus naves, limpiar a besos cada una de sus lágrimas, saldar sus deudas morales y siempre reír con sus chistes.
Lamentablemente, la princesa llevaba demasiado apuro porque estaba estrenando un cumpleaños y desplegando sus alas para volar, pues acababa de salir de una jaula.
O sea que un hombre-ancla no era precisamente lo que necesitaba a esas horas de su vida.
Ella buscaba más bien un pirata que la llevara a recorrer los siete mares y la acercara a peligros insospechados, que la exorcizara del aburrimiento y le entregara su corazón pero también espacio suficiente para vivir a su aire.
–Yo puedo ser ese pirata-, dijo el mozo como masticando las palabras, a ver si les sacaba un poco de buenaventura.
Pero la bella, con un mohín infantil de absoluta ternura, esbozó su inapelable sonrisa y se marchó, dejando al enamorado asido a su desesperanza y a una verdad irrefutable: cuando una mujer se decide, se convierte en su propio pirata, su barco y hasta en su mismo océano.
Y no necesita a nadie más.

Erick Muñiz; 2007

Para escribir una carta

November 27, 2007

… se necesita papel y valor pa’ hacer las cosas como las hizo Raquel. Sirva este verso del corrido “La carta de Raquel” como una introducción bravía para conminarles a escribir cartas de verdad para esta época donde los abrazos son justificados, donde los sensibles tenemos permiso de expresar buenos deseos sin que se nos considere fuera de lugar, donde los grinch también tendemos a escondernos y escabullirnos de un montón de compromisos adquiridos.

Pero sí, el corrido tiene razón, para escribir una carta se necesita papel, pluma, el respectivo sobre, dinero para pagar la estampilla, paciencia y suerte.

No importa de qué tipo de papel se escoja, lo que cuenta es lo que se va a escribir. Mi recomendación es el papel cebolla, porque es muy sensual tanto al escribir sobre él como al leerlo. Se siente la presión de la pluma en el papel y eso se transmite como un cálido abrazo a la distancia. El sonido al desdoblar las hojas se instala en los oídos cual suave melodía y además, como es muy ligero se pueden enviar cartas de veinte hojas por el mismo precio de cuatro. La opalina, muy elegante es otra buena opción, pero es muy difícil de doblar y meter en el sobre precisamente por lo gruesa; el pergamino es otra posibilidad aunque tiende a quebrarse en el momento del doblez.

Todo papel es bueno, aquí sí, lo que importa es el contenido. Así que andando, a tomar esa hoja del cuaderno, no importa que tenga rayas o cuadros, la lista del super, o lo que sea que sea que tengan a la mano para ponerse a escribir esa carta a un ser querido y que se encuentra a la distancia de una estrella solitaria. O mejor aún, sorprender con una carta en el buzón a un compañero de la oficina, a quien duerme contigo o a la misma familia.

También se puede comprar una tarjeta de esas de Navidad y sobre de ella escribir o bien papel impreso ex profeso con motivos navideños. Uno mismo puede personalizar el papel de sus cartas y se vuelve un detalle más elegante e íntimo.

Importante, importante muy importante. Las cartas personales DEBEN ser escritas a mano. Importante. No se vale enviar escritas a máquina. Bueno, sí se vale pero no es lo más adecuado. Se trata de regalarle a esa persona especial un momento con ella, se trata de aclarar la mente y ponerse en contacto metafísico con la persona a la que le escribes. Se trata de hablar de amor, de amistad, de cariño y eso no lo puede hacer cualquier máquina por más sofisticada que sea. Hay que dejarse ser en lo que se escribe, poner el corazón. Las letras escritas se quedan para siempre y el placer de la relectura las vuelve perennes; por eso hay que saber escoger las palabras adecuadas que expresen nuestro sentir.

La atmósfera de la escritura también cobra un papel decisivo. Quizá sea buena idea poner de música de fondo aquella canción que cantaban juntos o aquella música que te sirve de relax o inspiración. Un poco de incienso para que el papel de las cartas se impregne de la esencia de tu momento o ya en un acto decididamente cursi y emotivo, un poco de perfume entre las hojas para que al abrir la carta se respire tu esencia. Luz tenue, incandescente, que es más cálida que la fluorescente. La pluma, si es pluma fuente, mejor; si no usar en todo caso un bolígrafo que corra suave para que transmita la sensación de fluidez, que retrate la emisión del sentimiento.

En la parte superior derecha de la primera hoja, se consigna el lugar y la fecha del momento en que se escribe. Dicen los manuales que se debe empezar con un saludo. Coincido con ello. Primero saludar y después soltarse. No hay que decir “Querid@…” sólo por cortesía, sino porque realmente se siente. Después del saludo, recordarle a esa persona lo importante que es para nosotros, contarle algo de nuestra vida y en retribución preguntarle por la suya. Es buena estrategia dejar algunas preguntas sueltas que propicien que el destinatario nos responda. Y luego, terminar enviándole buenos deseos para esta época y para siempre y al final, dejarle un beso, un abrazo y todo nuestro cariño. La firma va al centro o ligeramente hacia la derecha. Es buena idea numerar las hojas, así, en caso de que se caigan o que se vuelen con el aire, será más fácil acomodarlas. Si las enumeras, esto se hace en la esquina inferior derecha.

Después viene el asunto de doblar la carta para meterla en el sobre. Éste debe ser de preferencia blanco para que los datos sean legibles fácilmente. Si el sobre es tamaño carta, ésta se dobla en tres partes y un cuarto doblez del tamaño justo para que quepa en el sobre. Si el sobre es tamaño oficio, sólo se dobla tres veces y ya cabe perfecta. El toque final lo da el lacre. Conviene mandarse hacer un sello con la inicial o con algún símbolo de su elección y con ello lacrar la carta como se hacía en la época medieval en los edictos y demás. El lacre se coloca en la parte trasera, justo donde la punta del sobre cierra la carta. Se derrite la cera con un cerillo o con un encendedor, se deja caer la cantidad suficiente del tamaño del lacre, se deja secar un poco y se estampa la inicial o el símbolo que habrá de identificar tus cartas. En ausencia de lacre, sellar con pegamento.

Para rotular el sobre, se pone en la esquina superior izquierda el remitente, osea quien envía la carta. Ahí pones tus datos. Nombres y apellidos, calle, colonia, municipio y Estado. Es determinante anotar el código postal. Si no te lo sabes, en las oficinas de correos tienen libros donde vienen los códigos postales de todo el país. El destinatario, osea a quien va dirigida la carta, va usualmente al centro, con los mismos datos. Para estos nombres, puedo acceder a que sean escritos a máquina, puesto que aquí lo que importa es que sean legibles para los empleados de correos. Así que aquí hay opción: o escribes remitente y destinatario con muy buena letra o mejor los escribes a máquina. Hay quienes hasta acostumbran mandarse hacer sobres rotulados o tarjetas autoadheribles y eso es una muy buena idea.

Hasta aquí el asunto romántico de la carta. Ahora vamos a la cuestión práctica, monetaria y burocrática. Los Palacios de Correos de México, Madrid y Monterrey son una hermosura. La visita vale la pena por sí sola y vale la alegría por el eslabón de comunicación que a partir de ellos se puede trazar. Hay que ir a la ventanilla donde venden las estampillas. Entregar la carta a la señorita para que la pese y establecer la tarifa. Te venden entonces los sellos postales. Pagas y las pegas en la esquina superior derecha del sobre o en donde quepan. Te pueden ofrecer acuse de recibo, registrado o correo ordinario. Ahí ya es tu decisión. El acuse de recibo, como su nombre indica, volverá a ti con la firma de quién recibió el paquete; el registrado, sólo te informan si ha sido entregada y el ordinario, pues es cuestión de fe que llegue a su destino, pero es el más barato.

Después viene el asunto del desprendimiento para renacer. Depositarla en el buzón. Soltarla. Dejarla ir a la buena de Dios. Regresar a tu casa con la sonrisa en los labios por la sorpresa que acabas de enviar, pues como dice Víctor Hugo en Los Miserables, “Una carta en el buzón alegra siempre el corazón”. Así que andando, a revivir la tradición, piérdanle el amor a $15.00 pesos, que eso es el promedio de lo que cuesta enviar una carta al interior del país.

Me despido con un abrazo, un beso y todo mi cariño, deseando haber conmovido a alguien que se anime a revivir la tradición de enviar tarjetas de Navidad o una carta a algún amigo o familiar.

Con amor
Lorena Sanmillán

p.s. Y si ya de plano no hay manera, pues Virtual Florist tiene muy buenas tarjetas virtuales http://www.virtualflorist.com
p.s. Tengo antojo de churros con chocolate.

Lección de Lesbiología I

November 24, 2007

No te engañes. Excepto mi madre, todas son iguales. Quizá demuestren algunas particularidades, pero en esencia son iguales. Coquetean. Volteas a verlas. Caes redondita. Te acercas, te esquivan. Las conoces. Te conquistan. Las acaricias. Se humedecen. Se vienen. A veces te dan las gracias. Dan la media vuelta y se van.

LSM; Noviembre 2007

Sin nicotina y sin ti

November 22, 2007

Llevo sin ti los mismos días sin fumar.

Los mismos días sin fumar son los que llevo sin ti.

Llevo sin fumar los mismos días sin ti.

Sin ti llevo los mismos días sin fumar.

Sin fumar y sin ti llevo los mismos días.

Sin ti y sin fumar los mismos días llevo.

Los Benson los puedo comprar en cualquier lado.

A ti, ¿cómo te recupero?

LSM; Noviembre 21 2007

No sé

November 22, 2007

No sé. No sé. No sé.

No sé si escribirte o ahorrarme palabras. No sé si llamarte y saber cómo estás o esperar tranquila a que mis silencios se interrumpan alguna vez con tu llamada. No sé si responder o negarme cuando llames. No sé si ir a verte o esperar que vengas. No sé si recibirte o dejarte fuera.

No sé cuánto tiempo necesito para enfrentar de nuevo tu mirada. No sé cómo recibir tu abrazo. No sé si abrazarnos y llorar juntas sea lo que necesitamos. No sé cómo olvidar tus besos. No sé cómo valorar todo lo que tuve ahora que sé que no lo tendré más. No sé cómo atesorar lo que ocurrió frente a la desolación de lo que nunca sucederá.

No sé si debo escribir con tanto dolor como tinta. No sé a dónde se ha ido mi sentido del humor. No sé cómo acompañarte en tu tiempo de pensar. No sé cómo aceptar tu resolución definitiva y cobarde. No sé si cada palabra expresada nos separa o nos une. No sé si cada palabra es un ladrillo para hacer nuestra fortaleza o para levantar entre las dos una muralla.

No sé si es egoísta hablar aunque tú no estés para escuchar. No sé si es cuestión de tiempo, de lógica, de convencionalismos o de magia. No sé si publicar este post o dejarlo guardado en el espacio virtual donde nunca pasa nada y donde todo sucedió.

No sé dónde poner todas mis lágrimas. No sé dónde guardar todo este amor. No sé cómo seguir siendo tu amiga si tengo tan  adolorida el alma. No sé cómo estar a tu lado. No sé cómo continuar. No sé qué decirte y qué callar. No sé cómo describir el milagro de la luna en tu piel.

No sé. No sé. No sé.  Carezco de la astucia para manejar decentemente esta situación y me sobran lágrimas y silencios para hacer más difíciles las cosas, pero aquí estoy y te quiero. Eso es todo lo que sé.

LSM; Noviembre 2007

¡Diez mil visitas!

November 6, 2007

Este blog cumple hoy diez mil visitas y sigo saltando de felicidad sobre mi teclado, sobre el fondo de mi corazón, sobre la caja sonora de mis carcajadas y sobre la humedad de mi deseo y de mis lágrimas. Sigo feliz compartiéndolo y recibiéndoles aquí. Gracias por leer, gracias por acompañarme con Bosé y poder decirle tan bello es caer a tus pies, gracias por ir a la Feria del Libro, gracias por intentar ganarle a la Muerte y por tantas otras cosas que han leído. Gracias por las ideas que están en el tintero y que pronto vendrán a pobrar el cyberespacio. Gracias por el par de ojos que sobre mis letras ha caminado.

Y como ese ha sido el tema, pues nada, para festjar, Bosé. Dame al menos el tiempo en que respire. No es un arte fácil prometer.  En este mundo que va como la luz del pensamiento el mérito siempre está en no quedarse en el intento. Acompáñenme hasta donde pueda llegar.

Conmovida y encantada de leernos mutuamente

LSM; Noviembre 6 de 2007

Virgen

November 4, 2007

Ábreme esta noche

las puertas de tu cielo.

Lucifer arcángel

anhelo redimirme.

Escribir leer inventar

salmos proverbios cantares

nadar a ciegas el santo sudario

escondida en tus sábanas.

Bautízame en tu agua bendita.

Excomúlgame.

Resucítame si me crucificas

LSM; Nov 4

Gánale a la Muerte

November 2, 2007

Cuando mi madre cuenta historias sobre su pueblo natal, El Salvador, le brillan los ojos. Hoy que es Día de Muertos, recuerdo ésta.

La Muerte bajó al pueblo. Como cada noche, buscaba alguien a quien llevarse. Aquél no porque tiene hijos; aquél no porque está esperando su cosecha y ha luchado mucho; aquél no porque es muy torpe y no me servirá para gran cosa; aquélla no porque está embarazada; aquélla no, porque es la que prepara las tortillas más ricas. Después cambiaba el enfoque de su caleidoscopio y sonreía maliciosa. Aquél sí, a ver qué hacen sus hijos; aquél sí, para que no vea su cosecha. Tornaba en virtudes los defectos y al revés. Pero no me voy sola, se decía mientras continuaba seleccionando a su próximo pasajero.

Lista que es, un día decidió hacer una lista. Los anotó a su antojo. Sin importarle las situaciones accesorias. Y así, llegaba al pueblo con su objetivo definido.

Tocaba el turno de Plutarco. El rico del rancho grande. Lo encontró en la cantina, con sus compadres. Fornido, bigotudo, barbón, sombrero ajado, camisa a cuadros, pantalón de mezclilla, botas de piel de cocodrilo y cinturón pitiado. Había fiesta en el pueblo. La Muerte bailó y cantó hasta que se cansó. Cuando encontró al Don, estaba agotada. Lo vio a los ojos y se lo dijo. Vine por ti, pero estoy fastidiada. Hoy te dejo aquí, pero mañana vengo. A la misma hora, en el mismo lugar.

A Plutarco se le quitó lo borracho. Sabía que le quedaban sólo veinticuatro horas de vida. Fue con su esposa e hijos. Tenía que encontrar una solución. Esconderse, mudarse, hacer algo. Rapó su cabeza y se rasuró. Quemó toda su ropa, se fajó con un corsé de su abuela. Consiguió zapatos y cintos de catrín. Y decidió no ir a la cantina. Así la muerte no daría con él.

La Muerte llegó puntual a su cita. No encontró al siguiente en su lista. Se encabronó pero supo ocultar su descontento. Permaneció en la cantina tomándose unos tequilas. Los amigos del patrón se burlaban de ella desde su mesa. Le pagaron algunos tragos para tratar de hacerla sentir bien. Ella aceptó jugar con ellos varias partidas de dominó. Consultó la lista que llevaba en el bolsillo y entonces la risa burlona se cambió de lugar. Los tenía en sus manos, los dejó ganar.

Plutarco celebraba su victoria. Había pasado su hora. La Muerte abandonaba el pueblo sin él; pero le salió lo fanfarrón. Ella se detuvo en la estación de trenes. Sola. Hasta allá fue el presumido. Se sentó a un lado de ella en la banca. ¿Qué tal, Muerte? Ella no respondió, clavada como estaba en sus pensamientos y con esa cosquilla de frustración que apenas te deja aliento para contestar. Probado de sí, el hombre le ofreció un cigarro. Ella no aceptó. Mira, ahí viene mi tren, ya me voy. Plutarco sonrió, se pensó triunfador. Vine por un tipo que cité en la cantina y el muy cabrón me plantó; pero ¿sabes? yo de aquí no me voy sola. Tú te vas conmigo, aunque estés pelón.

LSM; Noviembre 2