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De las amoras a las insensatas

December 7, 2010

Comparto mi ponencia del Primer Coloquio Internacional de Escrituras Sáficas (UNAM, UAM, FCVT, 2010)

De las amoras a las insensatas

Preludio

Este foro impone y mis acompañantes de mesa también. Ser parte del Primer Coloquio Internacional de Escrituras Sáficas, representa un compromiso elevado tanto por quienes nos preceden como por quienes nos sucederán. Estar sentada aquí no ha sido gratuito y es de agradecerse la posibilidad de discutir este tema literario a plena luz del día en las instituciones que hoy nos convocan. Gracias a la UNAM, a la UAM-Azcapotzalco y al Foro Voces en Tinta, por concretar este esfuerzo.

No es mi intención presentarme como académica, ni violentar terrenos que no me pertenecen, sino sólo y simplemente estoy aquí como lectora, protagonista y copartícipe de este suceso literario. Al empezar a escribir este artículo, de lo primero que me di cuenta es que no bastan quince minutos de exposición: la comparación entre Amora, la primera novela lésbica mexicana editada, y La insensata geometría del amor, que ha sido considerada por diversos medios y en distintos foros como la mejor novela lésbica contemporánea, amerita un ensayo formal, con todo el rigor y extensión que debe acompañarlo. A reserva de desarrollarlo, pues hay muchos aspectos por comentar: las amistades, los lugares que visitan, el manejo de la ironía, el humor, el suspenso, los espacios que habitan, el tratamiento que le dan las autoras, la forma en que se presentan los diálogos, el ritmo, el contraste, la familia que las rodea, la cocina que se disfruta,  el contexto social, presento –en breve- sólo diez puntos[1]:

1.- Las autoras

Roffiel, veracruzana, nacida en 1945. Periodista autodidacta, trabajó en El Excélsior, en las Revistas Proceso y Fem. Además de Amora ha publicado el poemario Corramos libres ahora, la obra testimonial ¡Ay, Nicaragua, Nicaragüita! y el libro de relatos El para siempre dura una noche. Amora ha sido reeditada por la editorial mexicana Sentido Contrario, en 1999[2] y por la editorial madrileña Horas y horas[3] en su colección “La llave la tengo yo”  y es referente indispensable de la literatura sáfica mexicana.

Guzner, argentina, nacida en 1944, es una escritora militante feminista y lésbica. En 1976, se exilió en España[4]. Residió en Madrid y fijó su residencia en Las Palmas de Gran Canaria. Ejerció como psicóloga de publicidad y comunicación para diversas empresas[5],  a la par que escribía artículos de opinión y crítica en múltiples revistas[6].  Ha trabajado como guionista con Televisión Española.[7] En el terreno de la literatura, tiene en su haber el libro de cuentos Punto y aparte[8] y la novela Aquí pasa algo raro[9]. [10]

Contemporáneas, cada una, desde su trinchera literaria y personal, distintas en su particularidad y coincidentes en sus generalidades, han hecho una aportación fundamental a la literatura lésbica.

2.- Distribución

Volver a los diecisiete, después de vivir un siglo… dice Violeta Parra en su canción y eso es similar a la sensación que tengo al recordar mi encuentro con Amora. Prestada de prestada entre amigas, distribuida subrepticiamente, muchas veces en fotocopias; llegó a mis manos en 1996. Forrada. “No la vayas a regar, no la vayas a prestar, que no te la vayan a quitar”, dijo quien la puso en mis manos. Ahí estaba Rosamaría Roffiel con su total valentía hablándome de lo que después sabría que se llama literatura epistolar, al rescate del valor estético que implica el llevar un diario con la tesitura narrativa que le corresponde. Escribe en primera persona, lo cual permite cercanía del lector con respecto el texto. Maneja el tiempo presente en su redacción, lo cual le confiere una acción continua que permite recorrer lo que se narra con la emoción de quien es cómplice de lo que sucede.

La primera edición, data de 1989. En México, el 2 de noviembre muere la cuentista Inés Arredondo[11]; Ernesto Ruffo Appel[12] es el primer gobernador panista. Estrenamos presidente: Carlos Salinas de Gortari.  Mientras tanto, en el otro lado del mundo, fallece Hirohito, el emperador japonés. En este contexto,  Roffiel da a luz Amora, al amparo de Editorial Planeta con un tiraje de 3000 ejemplares. Feminista desde el título. Y ese es uno de los referentes a citar  y destacar de esta obra: a ella se le debe la palabra “personajas”, para referirse a los “personajes”. Feminismo al extremo.[13]

De las amoras a las insensatas hay doce años de diferencia. En julio de 2001 sale al mercado La insensata geometría del amor, en español. Su distribución contrasta de forma dramática con la modesta Amora: Edición de lujo de Plaza & Janés. Lanzamiento a nivel internacional y exhibida en Ferias de Libros y librerías de habla hispana. Forma parte del acervo de la Biblioteca Nacional de Jerusalén,  un buen número de Universidades de Canadá y U.S.A  y ha estado presente en el top ten de librerías latinas de Oslo, San Francisco e incluso Sydney, sin olvidar su distribución en Latinoamérica. En el 2009 Santillana la reeditó en Punto de Lectura. Ha sido traducida al francés, inglés, alemán. Revivo  la emoción de encontrarla en el stand de Plaza & Janés, en la Feria Internacional del Libro de Monterrey, presentada entre las novedades. Una pila de ellas, desde la alfombra hasta mi estatura. Completamente a la mano. Forrarla era un crimen, con tan bella fotografía en la portada.

Para ambas autoras, es su primera novela y tiene tintes autobiográficos[14].  Del mismo modo, ambas tienen la suerte –en el sentido estricto de la palabra- de ser ediciones avaladas por una firma, muy contrario a Radclyffe Hall quien tuvo que financiarse su propia editorial para lograr distribuir su novela El pozo de la soledad,[15] en 1928. Contemporánea de Virginia Woolf y predecesora de lo que por fin tenemos ahora, con la competencia entre editoriales, Quimera, (que edita a Odette Alonso), Diana, Lumen, Egales, Odisea, Ellas, y,  Punto de Lectura, que ha sacado al mercado su línea arcoiris, con un discreto arcoiris en la esquina inferior izquierda.  A estos libros no hay que invitarlos a que salgan del closet: hay que sacarlos de las bodegas, de los estantes en las librerías.

3.- Inicio:

– “Los hombres son una subcategoría!”[16]

La primera línea de Amora, dicha por Claudia, la coprotagonista de la historia de Guadalupe, es el inicio peculiar que engancha al lector. Encerrada entre signos de admiración, acredita la vehemencia del personaje. Para Guadalupe, feminista innata, es imposible ignorarla y marca su encuentro con Claudia.

“ -Pidamos pronto -dijo sin alzar la vista del menú- porque me muero de hambre.[17]

– Sí, pidamos pronto porque me muero de amor -me oí responder mientras cerraba la carta y la dejaba sobre el mantel con gesto negligente.”

Así abre el juego Susana, sendos disparos que dejan de manifiesto el carácter de ambas: Eva, práctica, pagada de sí. María, absolutamente enamorada.

La invitación a leer hasta el final es irrechazable.

4.- Lenguaje:

Roffiel establece el lenguaje poético como vehículo para su expresión literaria, que alcanza el culmen en el capítulo Seguramente así aman las diosas[18], un claro ejemplo de prosa poética.[19] La neta es notable el uso de expresiones coloquiales para aderezar situaciones. Rescato como ejemplos las inolvidables:

“La burra no era arisca, las bugas la hicieron”[20]

“Quién bien te quiere, te hará llorar. ¡Ésta, en efecto, me debe adorar!”[21]

Guzner se decanta por el lenguaje culto, con un registro tan amplio que patentiza el nivel intelectual de las personajas, aunque de cuando en cuando suelta alguna frase común:

“Se nos enamoró María, querido, está como una perita en dulce…”[22]

5.- Tiempo

Mientras que en Amora el tiempo en su mayoría es lineal, de hecho transcurre en un año, en La insensata…, los saltos de tiempo son una constante. Sólo en el primer capítulo de esta última, transcurrimos con Eva y María desde el restaurante donde cenan, hasta la amenaza de bomba de esa mañana y el funeral de Lisa, la pareja de María, volvemos a Roma, vamos al aeropuerto, estamos en el hotel, regresamos al restaurante, dentro de un ritmo frenético que nos mantiene al borde de la silla pasando una hoja tras otra inmersas en el suspenso creado por la autora. Guadalupe, en cambio, tiene un ritmo cauteloso para contarnos su historia. La descubrimos junto con ella. Un día a día que nos comparte, a veces acompañado de algunos recuerdos.

6.- Personajes

Se dice, y coincido, que todas las historias ya están contadas. Que lo único que resta es construir personajes entrañables. En ese sentido, ambas cumplen la asignatura al crear personajas que mueven a la empatía. Con Guadalupe y María, caminamos a su paso, les secamos las lágrimas, las regañamos, nos ponemos felices por lo que les sucede. A Guadalupe, la idealista, queremos abrazarla y felicitarla al final. A María, la comprensiva, a veces no sabemos ni qué decirle. A Eva, más de una vez queremos plantarle una equis perfecta sobre el rostro con un par de bofetadas. A Claudia la comprendemos, pero no sabemos por qué es tan cobarde. Se aplaude y se agradece el destierro de los personajes radicales. Se retratan seres humanos con las variantes propias de nuestra especie. Guadalupe y María se dedican a la literatura, una escribe, la otra traduce.

En Amora encontramos a Guadalupe, la protagonista. Claudia, su pareja. Y junto a ellas, la familia conservadora de ambas, y sobre todo, las amigas, que son determinantes para el transcurrir de la historia: Citlalli, Mariana, Norma, Graciela, Rosa María.

En la Insensata los “amigos perfectos” de María también la acompañan: Esteban, Silvia, Marga, Alicia. En la familia de María, hija única, muy por el contrario a la familia de Guadalupe,  aceptan su lesbianismo y adoptan las parejas de su hija. Guadalupe adora a sus sobrinos; María, a sus padres.

Ambos grupos de amigos coinciden en el empleo de terapias alternativas, como el yoga y la meditación, el  tai-chi, la alimentación saludable. El tequila y el wisky son sus  acompañantes en la confesión. También está presente el activismo. Sus amigas pertenecen a colectivos de ayuda a mujeres violadas, grupos feministas y grupos de apoyo a los homosexuales.

7.-Las bugas

“De plano amiga, no más bugas, por favor”[23] le dicen sus amigas a Guadalupe cuando está a punto de contarles de Claudia. ¡Una hétero![24] Exclama Silvia, uno de los afectos más cercanos de María, cuando ésta les expone su nueva relación con Eva. La eterna constante, el amor imposible, el reto, la esperanza, la cobardía. Doce años de diferencia y aún pasa lo mismo. ¿La perspectiva del fracaso confiere seguridad? Claudia y Eva tienen problemas para aceptarse como lesbianas. Luego le salen a una con “que si yo no sé lo que siento, porque yo no soy lesbiana,  por eso insisto, ni una buga más…”[25]

8.- Atmósfera y sentidos

Susana permite viajar al lado de María y Eva. La descripción de lugares nos hace sentir que estamos ahí, frente a nosotros desfilan Roma, Venecia, Madrid, Aranjuez, museos, cafés, plazas. Mientras que con Guadalupe recorremos Coyoacán, Chapultepec, Bellas Artes, el Munal, La Condesa. En ambas narraciones se pone especial énfasis en atmósferas sensoriales: comida, olores, sabores, pinturas. Rosamaría es descriptiva, mientras que Susana es cinematográfica.

Para ambas autoras es importante la música en su narrativa. La intertextualidad con la música popular está presente en las dos novelas. Susana va un poco más allá, dedicándole un papel especial al Segundo Movimiento de la Séptima Sinfonía de Beethoven, que se convierte en terapéutica para María en su depresión.[26] Y la apoteótica escena en Venecia con Mina y su interpretación de Margherita.[27]

9.- Ironía y suspenso

Con la prosa de Rosamaría tenemos más de una razón para reír a carcajadas con algunas puntadas provenientes de la agudeza mental de las personajas.  Los diálogos se entretejen de forma ágil.

“Ya se lo expliqué…(…)… pero no me entiende”

“Cómo va a entender si estudió en la Ibero![28]

En Susana el humor escasea. El entramado del suspenso permite sólo algunos atisbos de humor:

“¿Y para beber qué quieres?

– Una taza enorme de té sólo…  Es más quiero un cubo colmado de té. Acto seguido aparece Eva con un cubo de té.[29]

10.-  Final:

En el desenlace, Rosamaría opta por un final cerrado.  Una vez más recurre a la digresión de autora/personaja. Enuncia un recuento-informe de cada una de las personajas y de México en general. Cada una pasa frente a nosotras. Habla del grupo feminista, del grupo de violaciones y cómo transcurren sus vidas. Las historias mostradas a lo largo del libro se resuelven o condensan en un último capítulo donde también se cruzan las voces narrativas. La voz de autora impera sobre la voz textual.

Susana, por su derrotero, sostiene todo el tiempo, con mano firme, a sus personajas. Distribuye con discreción indicios, maneja los contrastes, malabarista del ritmo, conduce a un final abierto que es la conclusión imperativa y lógica de los conceptos relativos que ha manejado a lo largo del libro. Ya con el misterio develado, una simple frase  invita a perseguir la historia detrás de la historia.

Volver a los diecisiete, después de vivir un siglo…Amora es ese primer amor, al que todas volvemos alguna vez, en el recuerdo, lo que marca, lo que inaugura. La frescura de un primer beso. La inocencia de un primer roce de manos. El desgarre de la ruptura primigenia. Mientras La Insensata Geometría del Amor, se convierte en el amor maduro en el que encontramos paz a lo largo de la vida. Ambas se ganan su lugar y permanecen para siempre en la biblioteca de las emociones. Amora delinea la silueta de la luna, La Insensata descubre todos los vértices, aunque sea redonda, y de plata.

Lorena Sanmillán

Monterrey; Noviembre 2010


[1] Para la elaboración de este artículo se utiliza, en Amora, la edición de “Horas y horas, la editorial”, Madrid; en La insensata geometría del amor la edición “De Bolsillo”, Julio 2002.

[2] Tiraje de 2000 ejemplares.

[3] Carece de datos del año de impresión así como el tiraje.

[4] Tras el asesinato de su hermana por la Alianza Anticomunista Argentina y con amenazas sobre su propia vida.

[5] Públicas y privadas

[6] Algunas de las revistas donde ha colaborado son: Ozono, Mujeres, Revista Internacional de Arte Lápiz, Época, El Faro de Vigo, Medios de Comunicación Social, Amigos del Teatro del Teatro Juan Bravo de Segovia.

[7] Actualmente colabora para diferentes medios y portales culturales, literarios, feministas y lésbicos de Internet.

[8] Guzner, Susana, Punto y aparte, Editorial Egales, Madrid, 2004. 174 páginas.

[9] Guzner, Susana, Aquí pasa algo raro, Editorial Lesrein, 2007. 336 páginas.

[10] Susana Guzner es autora, entre otras obras, de la novela  La insensata geometría del amor (Plaza&Janés, España, 2001-2002,traducida a varios idiomas), Punto y aparte (relatos, Ed. Egales, España, 2004, de inminente aparición en el ámbito francófono), la pieza teatral cómica Detectives B.A.M. (Ellas editorial, España, 2006),  72 juegos para jugar con el espacio y el tiempo (1ª edición: Ed. Popular, 2ª edición autorasenred.com, 2006), la novela de suspense humorístico Aquí pasa algo raro (Editorial LesRain, España, 2007) y coautora, entre otras obras colectivas, de Mein Lesbisches Auge 5 (Konkursverlag, Alemania, 2005); Que suenen las olas (cuentario de mujeres que escriben en Marruecos y Canarias, Ediciones de La Obra Social de La Caja de Canarias, Canarias, 2007, de próxima traducción al árabe) y No solo duelen los golpes, una reflexión acerca de la violencia machista contra las mujeres en colaboración con Ángeles Caso, Rosa Montero, Rosa Regás, Cristina Peri Rossi, Espido Freire, Soledad Puértolas e Isabel Coixet entre otras destacadas escritoras.

[11] Su obra se distinguió por analizar finamente los complejos aspectos de la relación amorosa desde una mirada femenina.

[12] Primer gobernador de extracción panista en Baja California Sur.

[13]Sobre su obra, Roffiel dice, en una entrevista concedida a La Jornada en el 2002: “La novela Amora, me costó mucho trabajo, pues la escribí impulsada por la euforia de estar creando una novela por primera vez. Cuando apareció, recibí críticas, unas positivas, otras negativas. Yo no estaba preparada para estas últimas y me deprimí; pero pronto empecé a recibir cartas de apoyo, se agotó esa primera edición y por diez años siguió circulando fotocopiada. Ahora creo que cada libro que se escriba es importante, lo esencial es que se abran espacios”.

[14] Confiesa Susana, en una entrevista: “… en mi caso resultó en parte autobiográfica muy a mi pesar. Concebí la historia en mi imaginación y así la escribí, ignorando que – sé que puede resultar increíble, pero juro que es verdad – en mi pareja estaba sucediendo algo similar a la trama de mi novela y yo “in albis”. Me enteré de la realidad cuando casi terminaba La Insensata y fue un shock. Libro y relación terminaron casi a la par. La novela siguió su propio devenir gozando de excelente salud,  la pareja enfermó de muerte y fue debidamente enterrada con muy pocos honores.”

[16] Página 11

[17] Página 7

[18] Página 95

[19] Sobre su trabajo, Roffiel señala: “Mi poesía ha sido criticada; me dicen que le falta mucho trabajo y que yo no soy poeta, con lo cual coincido, pero a mí lo que más me interesa es poner mi granito de arena para ampliar la conciencia de la gente, para que conozcan y respeten otras formas de amar y de ser y he tenido muchas satisfacciones. Mi poesía está en agendas, calendarios, se usa en talleres. Ha caminado sola”.

[20] Página 144

[21] Página 167

[22] Pagina 33

[23] Página 19

[24] Página 139

[25] Página 18

[26] Página 359

[27] Página 83

[28] Página 123

[29] Página 299

Silencio que el burro va a hablar

June 3, 2010

Para el profe Berrones

Representa para mí un gran honor el acudir el día de hoy al Colegio Civil a la presentación de este libro. Encantada de compartir el privilegio del bautizo del hijo de Guillermo Berrones, “Orejas de burro. Anécdotas y crónicas del aula”, junto a Ximena Peredo y Jesús de León. Gracias a José Garza por su incansable labor al frente de la Secretaría de Publicaciones de la UANL.

Conocí a Guillermo a través del libro “El Viejo Paulino”. Mi madre es fan de esa música y heredé el gusto por los corridos. Los corridos cuentan historias. Derivan del romance antiguo y son una de las muchas formas que toma la crónica. La crónica representa un género literario que narra hechos históricos en orden cronológico. La palabra crónica viene del latín chronica, que a su vez se deriva del griego kronika biblios, es decir, libros que siguen el orden del tiempo. En una crónica los hechos se narran según el orden temporal en que ocurrieron, a menudo por testigos presenciales o contemporáneos, ya sea en primera o en tercera persona. En este libro, Guillermo es narrador testigo que nos comparte sus vivencias con cierto grado de ironía, crítica y humor. Asume el compromiso que la crónica tiene con la veracidad.

Una anécdota es un cuento corto que narra un incidente biográfico interesante o entretenido, una narración breve de un suceso curioso. Una anécdota siempre está basada en hechos reales, un incidente con personas reales como personajes, en lugares reales. No obstante, con el correr del tiempo las pequeñas modificaciones realizadas por cada persona que la cuenta pueden derivar en una obra ficticia, que sigue siendo contada pero tiende a ser más exagerada. En este libro hay atisbos de tal cosa. Aunque la mayoría de las ocasiones el narrador permanece fiel a los hechos y tiene la valentía de expresar su opinión desnuda al respecto.

El apetito del escritor lo lleva a contar historias. No importa si es su historia, la historia o una historia. Se trata de contar. En este contar, podemos encontrarnos precisamente con la anécdota que da origen a la expresión “Orejas de burro”, la cual data del Medievo.

“Aquel labrador que, llevó su hijo al colegio para que recibiera instrucción. A las preguntas del maestro el niño no contestaba nada. El padre pidió al maestro el precio por las clases particulares y le pareció demasiado caro. Y exclamó: “Por ese precio, mejor me compro un burro”. Entonces el maestro le respondió: “Pues cómpreselo y con éste tendrá dos, nada más póngale unas orejas”.

Generalmente la expresión se utiliza en la escuela con tono despectivo, discriminatorio, insultante. En algún tiempo se usaba que a los alumnos menos destacados se les pusiera orejas de burro y mandarlos al rincón del aula, volteados contra la pared. Se podía ser aún más cruel y  exhibirlos e incluso colocarlos en el patio a la vista de todos. El término no ha sido exclusivo de la escuela. También tenemos las frases: burro de planchar, es tan corto de miras que no distingue un burro ni por las orejas, dos burros no hacen medio caballo. En este preciso momento me viene a la mente una caricatura donde más de un presidente ha sido condecorado con esta distinción injusta. Injusta porque precisamente los burros están ligados al trabajo. A la alta jornada, al supremo esfuerzo. Cabe mencionar que los burros están en peligro de extinción. Incluso existe una asociación que se dedica a protegerlos.

Guillermo es un maestro normalista, por vocación y convicción que ha trabajado como burro para compartir su labor didáctica y en el buen estilo de varios pro-o-sores dobletea  y cuadruplica sus funciones: docente, escritor, cronista, periodista creador del personaje Profeta Berna, quien publica décimas en el Quince Diario. En el libro que hoy nos ocupa hace uso de una narrativa aderezada por toques cáusticos y el manejo del lenguaje cotidiano para exponer una lección que va más allá del texto. El cuento, la anécdota existe, pero la lección, la moraleja –aunque la crónica no precisa ninguna de las dos- está implícita en la lectura.

Berrones nos ofrece pinceladas narrativas de sucesos cotidianos que trascienden. ¿Quién no se ha enamorado de un maestro? En “Amores estudiantiles” (Página 17) se habla de ello, con una carta que vale la pena citar:

“Profe, cuando reviso mi horario del día, quisiera que las horas transcurrieran lo más rápido posible para que se llegue el momento en que usted entre por la puerta bañado de sol, resplandeciente y callado, con ese silencio que lo dice todo y que al hablar es como si de su boca surgiera la magia, el embeleso y la pasión. Su presencia nos inunda con el calor de su enseñanza, y es como si usted flotara celestialmente mientras nosotros nadamos hacia su persona para tocarlo y sentirnos divinos. Y yo, maestro, me siento consumida por los celos cuando mis compañeros acuden a usted para salvarse. Lo veo revisar sus libretas y entonces las hojas son mis manos y mi espalda es el resorte que usted acaricia suavemente. Soy una hoja en blanco que aspira a ser manchada con el rigor de su pluma. Sé que estoy loca, maestro, me lo dice a diario mi conciencia: pero qué es el amor sino la locura desatada por sus rizos, el destello de sus mejillas sonrosadas y ese pecho que se asoma cubierto de vellos entre su camisa. Míreme, búsqueme entre las sombras de sus alumnos, descubra la pasión que cada día es más evidente y aprenda a amarme con la misma intensidad de mi cariño. Suya, siempre”.

Cito esta carta porque tiene que ver con el trasfondo de crítica social entre líneas que maneja Berrones. La chica enamorada, con esa excelente escritura, “la más seria del grupo, alumna ejemplar y responsable” tiene un futuro desafortunado. Los avatares de la vida la conducen a encontrar trabajo en un sitio de esos donde se baila con poca ropa y en vez de tener un privado en algún corporativo con la mejor vista de la ciudad, se gana la vida haciendo privados en salas a oscuras. Un alma que se perdió lejos de la educación. Suena a chiste, a anécdota circunstancial. No lo es. Y duele leerlo. En este libro hay literatura, pero no hay mucha ficción.

Hay un corrido de los Tigres del Norte que viene a colación, habla de un recién graduado y en una de sus estrofas dice: “El título sólo me sirvió para cubrirme el sol cuando fui a pedir trabajo”. Guillermo, desde el prólogo,  sienta las bases del debate al preguntar

“¿Qué clase de cambio van a propiciar los maestros? ¿Su iconografía social seguirá siendo parte del mito del apostolado magisterial? ¿Seguirá siendo el maestro un agente de cambio o se resiste a la transformación de su estatus?

Las preguntas quedan en el viento, pero él aporta su ladrillo día a día en el devenir de sus clases como maestro del CIDEB.

También habla con nostalgia sobre los libros prestados que no son devueltos, se queja de las imposiciones inútiles como el uso de las corbatas en esta ciudad con salones sin abanicos ni clima artificial, expone lo referente a los miles de convivios que se organizan los maestros para celebrar que celebraron lo que inventaron que tenían que celebrar. Critica que los maestros de escuelas públicas tengan a sus hijos en colegios privados. Comparte la magia de ver pasar las mariposas monarca como símbolo de esperanza en medio del caos por la inauguración de una biblioteca. Publica su tedio y desesperación por el burocratismo. Establece un homenaje para todos esos maestros raros, los que bailan, los que pintan, los que declaman, los que saben de teatro, que casi nunca son apoyados por su institución y montan sus obras de teatro, ensayan la rondalla por puro amor al arte, dirigen el coro o se ponen junto con los alumnos a hacer manualidades, pero que son los primeros convocados cuando va de visita el inspector para hacer un festival y así poder saludar con sombrero ajeno. Favores que no se agradecen institucionalmente, pero son maestros que todos recordamos después con muchísimo cariño.

En el libro hay un conjunto de voces. Hablan los alumnos, los testigos, los maestros. Las evocaciones humanas. También hay clases de historia. Gracias a él, supe que alguna vez le robaron la espada a la estatua de Simón Bolívar y el maestro nos cuenta cómo se resolvió el asunto.

La figura del maestro y las técnicas de la pedagogía han cambiado con el tiempo. Lejos quedan aquellos días donde al maestro se le veía como a un segundo padre o semidios. La gran expectativa en la estación del pueblo porque llegaría el maestro, la fiesta en casa del alcalde. Un regaño del pro-o-sor nos podía sumir en profunda depresión. La tarea era el medio que facilitaba el aprendizaje. Hoy en día un regaño del maestro puede convertirse en el despido de una asociación de padres manipulados por sus hijos y revisar tareas implica un fastidio de lo más soporífero. “La carta a una profesora de cuarto grado” (Página 71) –verídica- ejemplifica la preocupación de un padre por la educación de su hija. Es emotivo y narra cómo estaba enamorado de su maestra de cuarto grado y que ve con tristeza que su hija, lejos de asumir sus tareas como un placer, las ve como una esclavitud, una obligación. Le recomienda a su colega cambiar de didáctica. Cito unos cuantos puntos:

a) ¿Tienen los niños de esta edad la madurez y el conocimiento para analizar y sintetizar un texto extenso y de un tema desconocido para ellos?

b) ¿Qué tan significativo resulta que busquen respuestas complementarias sin sentido sintáctico y mucho menos conceptual?

c) ¿No es tradicionalista y agobiante hacer series numéricas larguísimas?

d) ¿No es riesgoso dejar por largos periodos de tiempo a los niños solos en el salón de clase?

e) ¿Tiene algún sentido didáctico cubrir en un par de sesiones lo que debió verse en un semestre?

f) ¿La memorización de cuestionarios (por cierto, muy deficientes) fortalece realmente el aprendizaje significativo y la reflexión?

g) ¿Que las tareas no deben ser complementarias de la experiencia del conocimiento en el aula, o cuando menos indagatorias ante un conocimiento nuevo que se impartirá al día siguiente?

h) El autoestudio es válido, pero ¿se ha entrenado a los niños para realizarlo?

Si bien en su mayoría las carcajadas y la reflexión acompañan la lectura de este libro, también hay espacio para situaciones que estremecen el corazón. Tal es el caso del relato “Hay violencia intraescolar” (Página 145) que versa sobre un concurso de cartas a los padres donde una niña escribe una carta donde manifiesta su incapacidad de perdonar a su progenitor por haber matado a su madre delante de ella.

Para mi padre

De: Amor imposible

Hola.

Padre yo e comprendido Que Adentro De mi corazón Siento Algo por ti Pero no se si Es Afecto o rencor yo no entiendo Porque Si Me Querias tanto Como Dices No Me hubieras Quitado A Mí Madre A Mi Amiga PorQue Con Migo Por Eso te Digo que espero Que Algun Dia Te Arrepientas de lo que isiste Pero una cosa Si te Dijo No creo Poder Perdonarte PorQue Me quistaste A Mi MAMA y Mi Madre era O bien es Mi razón de vivir y usted Puede Ser Muy Mi Padre Pero Padre No es el Que engendra Si no el Que Da Cariño y Amor  conosco un Señor Que Me Ve Como Su hija No Sabes Cuanto Me gustaria Que tu fueras como el.

… y lo Pior De todo es que tu No Sabez Cuanto Dolor Me Da Cuando llega el Dia De la Madre O De la familia Me Da Muncha envidia Con Mis Amigas Alberlas Con Su mama y Su papa Felices y Contentoz Mi Hermana A Sabido quererme Pero Ni ella Ni Nadie Podra ocupar el lugar DE Mi Mama. Yo Se que en el lugar En Donde Estas, Estas Con otra Señora tu Que Desias Querer Muncho A Mi Madre Así es como le Demuestras tu cariño Manchando Su Memoria Solo te Dijo Que Espero Que Algun Dia te Arrepientas Porque yo No creo Poder Perdonarte.

Se Dezpide tu hija; Ariam Aznerol

Azta Nunca”

En “Orgullo normalista” (Página 165)  está presente la denuncia. Narra el caso de Ana María y su hijo Azael. Ana María, próxima a jubilarse es llamada a la dirección. La directora le comenta que es preciso que estudie, que se supere para así lograr que su hijo pueda sentirse orgulloso de ella. Azael le reclama a la maestra tal cosa, renuncia en mano:

“Vengo a decirle que yo estoy muy orgulloso de mi madre y ella no necesita hacer nada para que yo me sienta orgulloso de ella”.

Berrones pregunta y yo secundo

“¿Cuáles son los valores de una institución y cuáles los de la directora? ¿En qué estriba el orgullo de un hijo por su madre?”

Decir la verdad, ser franco tiene sus riesgos. Esconderse detrás de un anónimo es un síntoma de cobardía. Hay que leer “El juglar de Lilyput” para enterarnos de un conflicto que protagonizó el autor por atreverse a ser crítico con el ambiente que lo rodeaba.

Santa Elba Esther Gordillo no podría estar ausente en este libro. Aprovecho la coyuntura para narrar una anécdota personal. Le robo un poco los reflectores a Guillermo para contar la emoción que me embargaba cuando se acercaba el día del maestro y ahorraba de mis domingos para comprarle a mi proosora un jaboncito Maja. Para mí, acostumbrada al jabón Lux, el adquirir uno Maja era el no va más de los detalles. La maestra Carolina Lozano, de tercer grado, se lo merecía. Era toda una ceremonia. Tomar el camión, comprar el jabón, olerlo de regreso a casa, envolverlo como Dios me daba a entender y encima un moño celosa espantoso y de mal gusto, pero yo orgullosísima de mi obsequio ofrendándoselo a mi maestra. Qué ridículo se ve ahora, máxime a la sazón de saber que en vez de jaboncitos Maja algunos pro-o-sores reciben un Hummer conseguido bajo no sé qué malévolo acuerdo de Santa Elba Esther con el Gobierno. Su existencia es didáctica para la asignatura de sinónimos, pues personifica el más claro antónimo del concepto magisterio. Por cierto y para que aprendamos, Hummer en inglés se dice Jómer, tal como señala la última crónica del libro.

Estamos frente a un libro ameno. Un encuentro con un mundo que la mayoría de nosotros hemos vivido de lejos, en la superficie, ahora lo podemos ver desde las entrañas. Hay un infiltrado que sin ser soplón nos cuenta sus historias y con ellas la historia. Un viaje por el pasado, el futuro y el presente. Con la tensión necesaria para que no aburra y el tono preciso para mantener el interés. Un habitante para la mesita de noche, leer una anécdota antes de dormir y al soñar hacerlo con una sonrisa en la frente que haga las veces de estrellita por ser niños aplicados y cumplir la cuota de lectura voluntaria. De no hacerlo, que nos pongan orejas de burro.

Para saber quién es quién, hay que escuchar los corridos. Para conocer un poco de lo mucho que sucede en el mundo de las aulas hay que leer Orejas de burro. Este libro amerita un segundo tomo, en el que solicito se incluyan las fechas de las anécdotas y crónicas como un referente temporal que las contextualice. Que alguien comience a escribir el corrido de Berrones, maestro normalista, escritor que nace un día 11 de febrero, alter ego del Profe Taberna, mientras él continúa compartiendo su enseñanza. Enhorabuena, Guillermo. Y reitero el reconocimiento a Celso José Garza por la publicación de libros como éste.

Lorena Sanmillán

Texto leído en la presentación del libro “Orejas de burro”. Colegio Civil,  junio 2 de 2010

El Evangelio del Niño Fidencio

November 15, 2008

Anoche leí el Evangelio del Niño Fidencio de Felipe Montes.

Anoche leí el Evangelio del Niño Fidencio de Felipe.

Anoche leí el Evangelio del Niño Fidencio.

Anoche leí el Evangelio del Niño.

Anoche leí el Evangelio.

Anoche leí.

Anoche.

Cuando se termina de leer un libro como éste, es casi inevitable escribir así. Por imitación, por mimetización, por un asunto del inconsciente, pero sobre todo, porque la narración de Felipe es tan poderosa que se instala en la mente por varios días.

Recién presentada el mes pasado en la XVIII Feria Internacional del Libro de Monterrey, esta novela biográfica o biografía novelada, narra la historia de José Fidencio de Jesús Constantino Síntora, conocido como El Niño Fidencio. El relato comienza desde el día de su nacimiento, se explaya en su dedicación a las curaciones, detallando los procedimientos y enumerando enfermos con nombre y apellido. Se develan los pormenores  del Columpio, el Pirul y de la construcción del Charquito donde hoy en día los enfermos se sumergen en busca de alivio, hasta su defunción, donde –gracias a las figuras poéticas que utiliza el autor- Cuatro Pájaros lo Llevan por Sus Senderos de Viento.

Las metáforas hacen su aparición desde las primeras líneas hasta el final del texto y habrá que subirse a ellas para disfrutar la tesitura de lo escrito. Con la miríada de frases que el autor utiliza para referirse al Niño Fidencio, sería posible para los creyentes elaborar un rosario contemporáneo y por demás poético.

También hay que abrir los oídos y prestar atención a todas las voces que hablan en la misma hoja y que dan su punto de vista sobre el mismo evento. El autor cambia de voz a su antojo y las presenta todas enriqueciendo la narración. Él conoce cada una de ellas y las explota dentro de su lenguaje y contexto.

El narrador prescinde de las fechas lo cual confiere de atemporalidad al relato. Sin embargo, junto con la presentación de los hechos principales, se entremezclan en la novela sucesos históricos de México y Monterrey mismos que pueden ser claves para ubicar al personaje dentro de un esquema cronológico típico y una estructura narrativa lineal.

Las oraciones utilizadas le dan cadencia y fluidez a la lectura. Lectores expertos en métrica identificarán los endecasílabos; los demás sólo nos dejaremos conducir por el ritmo intrínseco de la narración. Ambos lo disfrutaremos pues está escrito para eso.

Las acciones se presentan por sí solas, concatenadas por su propia fuerza expresiva. Gracias a ésta es posible identificar el sitio en que transcurren. El noreste se presenta ante nuestros ojos retratado bajo el lente de Montes que no escatima para presentar el semidesierto, la miseria y la desesperación de los enfermos a través de emociones, situaciones y descripciones.

En la primera lectura pensé que Felipe abusó de las mayúsculas al nombrar varios elementos dentro de la escritura. En la segunda, cobraron sentido. Son personajes que toman carácter dentro del texto y le confieren atmósfera.

Doce años de investigación avalan la información real de esta biografía novelada. El oficio de toda la vida de Felipe se manifiesta con licencias literarias, fantasía y expresión poética. Al conjugar ambos enfoques se presenta ante nosotros un libro íntegro que narra la vida de un personaje singular y protagónico de la región noreste. Junto a El enrabiado y El vigilante, El Evangelio del Niño Fidencio se constituye como un referente del Monterrey contemporáneo que camina hacia el futuro sin renegar de su pasado.

Hoy.

Hoy escribo.

Hoy escribo sobre el Evangelio.

Hoy escribo sobre el Evangelio del Niño.

Hoy escribo sobre el Evangelio del Niño Fidencio.

Hoy escribo sobre el Evangelio del Niño Fidencio de Felipe.

Hoy escribo sobre el Evangelio del Niño Fidencio de Felipe Montes.

Lorena Sanmillán