Archive for March, 2022

El siguiente capítulo comenzará en 10 segundos

March 29, 2022

Me arrullaron con Los Walton. Crecí acompañada por la familia Ingals, -así, en español infantil. Lassie y Rin Tin Tin fueron mis mascotas imaginarias. En Combate aprendí de estrategias y lealtades. Después llegaron Punky y Webster para acompañar mis tardes. Las noches de los viernes eran para ver Las trece preguntas del 13 donde por trece mil trescientos trece pesos habrías de responder lo correcto. Viví mi adolescencia junto a Kevin Arnold en Los años maravillosos y Angélica Aragón en Vivir un poco. En 1990, Alf se convirtió en mi alien preferido y, en el mercadito, compré una camiseta con su imagen que nunca permití se convirtiera en trapo de cocina. Rescate 911 fue el telón de fondo de las tareas de la facultad. Los jueves, a las 9:00 de la noche, se detenía el mundo porque en mi casa sucedía lo insólito: mamá suspendía lo que estuviese haciendo para sentarse a ver a Lorenzo Lamas en El renegado. En la década de los 2000, me fascinaba George Clooney en ER y admiré al doctor Vilches en el madrileño Hospital Central. Olivia Benson llenó el Prime Time de la pantalla de mi corazón con La ley y el orden UVE. Frasier me invitó a reflexionar acerca de cuestiones existenciales y La tercera roca del sol me ayudó a ejercitar otro punto de vista respecto al ser humano. A los 40, lloré con las Gilmore girls. He visto varias veces San Junípero de Black Mirror. Nunca logré entender el humor de los Friends; sólo vi seis minutos del primer capítulo de Game of Thrones. Disfruté DOC, PSI y New Amsterdam en mi menopausia.

Le doy play al siguiente capítulo de mi vida, con la incógnita de quiénes serán mi compañía.

Lorena Sanmillán

Corremos un maratón con pasos de caracol

March 16, 2022

Con mi gratitud para Tania Estrada Aquino

por invitarme a este foro.

Respecto a la situación de la mujer en la literatura y en casi todas las artes, como escritora, lectora, espectadora, y desde mi óptica, quiero resumirlo en una frase: Estamos corriendo un maratón, con pasos de caracol. Avanzamos a marchas forzadas.

¿Por qué si un escritor escribe sobre divorcio no se le cuestiona sobre su vida personal, en cambio, si una mujer lo hace, abundan las preguntas personales? ¿Por qué se asume que la mujer necesariamente habla de su vida? ¿Cuándo vamos a abolir ese pensamiento que insiste en que las mujeres sólo podemos escribir cartas o diarios? En mis talleres de escritura, el 95% de la asistencia está compuesta por mujeres. En algunos talleres que he participado, que los imparte un hombre, se invierte la asistencia. ¿Por qué? Y quiero destacar que he leído muy buenos ejercicios y crónicas. Una de mis talleristas obtuvo la beca del Centro de Creación de la UANL. Somos muchas las mujeres haciendo cosas por la literatura.

Recientemente convoqué a una lectura en voz alta de la novela “El invencible verano de Liliana” y participamos 36 mujeres, y me dio mucho gusto que la convocatoria rebasó mis expectativas. A riesgo de quitarle lo romántico a este foro, donde somos convocadas mujeres, por una mujer, y esto es digno de celebrarse, no sólo este mes, sino toda la vida, qué bonito que estamos aquí, qué bien que nos han invitado, pero ¿cuántas mujeres han quedado fuera de este foro? Tenemos una gran responsabilidad al estar aquí dándole voz a quienes no pueden, no saben o ni siquiera atisban la posibilidad de expresar su sentir; expongo lo que conocemos como datos duros: según la UNESCO, en el mundo se estima que existen 773 millones de jóvenes y adultos analfabetos, de las cuales dos terceras partes son mujeres. Y de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, en México, cuatro de cada 100 hombres y seis de cada 100 mujeres de 15 años y más no saben leer ni escribir.

¿Qué sabemos de Hipatia? ¿Qué podemos comentar de Safo? ¿Cómo nos acercamos a Sor Juana? ¿Cuántas mujeres conocen a Virginia Woolf? ¿Cuántas conocen a Simone de Beauvior? ¿Cuántas hemos leído “Temporada de huracanes”? Uno de los libros más importantes de los últimos años; su autora, Fernanda Melchor, es una de las plumas femeninas más destacadas en la actualidad. ¿Cuántos libros hemos leído? ¿Cuántos libros, escritos por mujeres, hemos leído? Y sobre todo, un tema preocupante y que requiere acciones inmediatas y contundentes ¿Cuántas mujeres en México saben leer y escribir? ¿Qué hacemos al respecto? ¿Qué nos toca hacer? ¿Cuántas mujeres en México tienen un trabajo que les devenga un salario que les permita comprar un libro? ¿Cuántas mujeres en México tienen tiempo -no sólo para leer- sino para sí mismas? Nacemos con un bajo coeficiente de adversidad en la vida, término acunado por Jean Paul Sartre, y caminamos bajo esa condición, hasta que la rompemos. 

Celebro, admiro, reconozco y aplaudo el esfuerzo que han hecho mujeres como Socorro Venegas, con “Vindictas”, que rescata las voces de escritoras desconocidas;  Odette Alonso y Paulina Rojas, con “Versas y diversas”, que le da voz al homoerotismo.  Liliana Pedroza con “A golpe de linterna” y su compilación de cuentos. Elia Martínez Rodarte y su columna “Ivaginaria”; la Casa Estudio Cien años de soledad que el año pasado impartió el curso “Una literatura propia” -en claro homenaje a Virginia Woolf y su Habitación propia, en la voz de la doctora Lucía Melgar, un sitio dedicado a las mujeres. Ethel Krauze, con “Mujer, escribir cambia tu vida”; el comité organizador del Encuentro Lunas de Octubre, donde se incluyó una mesa para hablar de escritura hecha por mujeres; la UANLeer que organiza el encuentro “Erótica del desierto”; María Luisa Bombal y su Amortajada, sin la cual -quizá- no existiría Pedro Páramo, perdonene que obvie al autor, que todas conocemos. También tenemos a Liliana Blum y su Pandora y Cara de liebre; el esfuerzo que hizo Eve Gil, desde la Trenza de Sor Juana hasta La nueva ciudad de las damas; Beatriz Espejo con sus Seis niñas ahogadas en una gota de agua; Clarice Lispector con su poderosa narrativa; Piedad Bonett, con el dolor infininto del suicidio de su hijo en Lo que no tiene nombre; Guadalupe Nettel con su novela La hija única, donde aborda los conflictos de la maternidad; Graciela Ríos y su valentía para contar la Maternidad en singular; Cristina Rivera Garza con el Invencible verano de Liliana, que pone la tilde sobre los feminicidios; Alisma de León, con Tan fácil como contar hasta diez, donde habla de Regina y las decisiones que tiene que tomar; María Fernanda Ampuero y las denuncias en Pelea de gallos. Houmanna Haddad y su extraordinaria poesía. Patricia Laurent Kullick, y El camino de Santiago; Dulce María González y su Mercedes Luminosa, donde habla del diario de su madre; Orfa Alarcón, y su Perra brava, donde habla de las mujeres del narco; Josefina Vicens, y su Libro vacío, el placer de la escritura; Margo Glantz y sus ensayos; Cordelia Rizzo y el bordado.

También cabe mencionar a Amparo Dávila, Inés Arredondo, Elena Garro, Lucía Melgar, Nellie Campobello, Guadalupe Dueñas, Enriqueta Ochoa, Dolores Castro, Nahum Olán, Remedios Varo, Esther Selligson, entre las escritoras mexicanas que necesitamos mencionar, conocer, leer y estudiar.

Hay muchas mujeres haciendo muchas cosas en el terreno de la escritura y es tiempo de voltear a verlas.  Y me gusta saber, me gusta mucho saber, que no tengo suficiente tiempo, ni suficientes libreros, para contar todo lo que hemos hecho, lo que hacemos y lo que vamos a hacer en el campo de la literatura. Es cierto, a la literatura no le importa lo que te pasa, le importa lo que haces con las letras para comunicar lo que te pasa y las mujeres, sabemos hacerlo muy bien. Es tiempo de reconocerlo. Corremos un maratón, con pasos de caracol. Seis de cada diez mujeres no saben leer ni escribir. ¿Qué vamos a hacer al respecto? ¿Cómo vamos a hacer que ese caracol termine el maratón?

Lorena Sanmillán