En tu ausencia, el silbato del tren a medianoche se convierte en daga violácea que recorta la distancia entre tú y yo. Mensaje cifrado que sólo nuestra pantera puede codificar, amansándola.
Cuando duermes conmigo, el sonido del tren asemeja el arrullo de una madre que vela el sueño de sus hijas. Bendición acústica que sincroniza nuestras respiraciones en el tiempo de la eternidad. El momento fugaz se vuelve perenne cada que tus párpados guardan mis miradas. La ternura busca nido en el hueco de nuestras manos engarzadas por la fuerza de vivir. No hay dragones en el aire si tú duermes a mi lado.
Desde las historias de mi abuelo, amo los trenes. Desde mi historia entre tu alma te amo a ti. Tu pasión de locomotora recorre los raíles de mi cuerpo. Los mil destinos de tu estación se dirigen hacia mi vientre. Pasajera absoluta de tus deseos. Brújula y bengala a tu servicio para que te encuentres contigo misma.
Viajo contigo en cada palabra. Transportas mi estática hasta tu inquietud. Fotografías paisajes que me regalas en las ventanas de tus brazos. A donde me lleves voy. Cumplo tu itinerario con los ojos cerrados.
Aún no sé lo que se siente esperarte en la escalera de un tren. Lo que sí puedo decirte es que sé muy bien que en el catálogo de mis emociones no hay nada similar a lo que sentí esa madrugada del veinte de enero cuando llegó un mensaje tuyo a mi celular, diciéndome que me querías… Y desde entonces te quiero te adoro y te vuelvo a querer.
p.s. Y no quiero ni preguntarme qué sería de mí sin ti el resto de mi vida.