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Pasión magenta

December 25, 2009

El escenario se viste de humo para dar paso a la Black Magic Woman. Una silueta de odalisca hechiza las miradas. Su vestuario es un homenaje al eclecticismo que ella enarbola en los distintos podios donde presenta su espectáculo; sin importar la bandera del país que visite. Lleva una blusa con la imagen de la diosa de la fertilidad, ella que no puede tener hijos y que está próxima a adoptar dos oaxaqueños. En su falda está impreso el talento de alguna artesana mexicana, los alcatraces bordados en tono amarillo resaltan por encima del negro. Botas altas hasta el vértigo de esas piernas que escasamente se detendrán durante la función. Y sobre todo este compendio de hermosura, un inmanente rebozo negro, presumiblemente de seda, bordado a mano. Por si no bastara el exterior para enamorarse, abre su garganta y su alma para iniciar el concierto, con la canción que le da nombre a la gira. El embeleso impide aplaudirle. Una ovación silente es más poderosa que el estruendo.

Agradece la sabiduría milenaria de las mujeres que saben curar con hierbas y comienza a cantar “Agua de rosas”. Nadie como ella para hablarle a la mujer que más quiero. Nombrada por Chavela Vargas como su sucesora, hace lo que quiere con una escala de agudos. Destierra el frío de la noche con la calidez de su interpretación. Baila rap mientras canta “Justicia” y las tablas del templete agradecen sus caricias. Sube los decibeles del asombro. La convicción es un retrato que cubre su rostro de facciones indígenas. El ideal de belleza mexicana es internacional y se condensa en su figura. Saluda a la gente de Monterrey sin disculparse por la tardanza en el inicio del concierto, que inició hora y media después de lo programado.

“Yo envidio al viento” pone el romanticismo a escena, pero no sabe ser cursi y cambia el tono para incursionar en la picardía de un son jarocho llamado “Los pollos”. José Alfredo la toma como médium y cantan “Vámonos”. Desafina un poco y se nota molesta consigo misma. Cambia el rebozo negro por una cuera amarilla y una cachucha que tiene bordada la virgen de Guadalupe. “Sandunga” sosiega los espíritus liberados bajo esta catarsis musical. “La cucaracha” expresa su compromiso social y de crítica al contexto al que pertenece. No por nada es antropóloga y sabe de cuestiones de esa índole.

Interactúa poco con el público, perdida en su felicidad. Yo la veo a nivel escenario. Las notas se escapan de la libreta, pues descubro que no se puede escribir y admirar al mismo tiempo. Acierto a tientas a tomar alguna foto, pues mis pupilas prefieren congelarla en sangre dentro de mi piel. Maestra mágica y versátil en cada canción cambia de instrumento y se acompaña. Ya con la guitarra, como en “Paloma negra”, ya con las batacas, ya con las percusiones. No hemos venido a su concierto: ella nos permite ver su reencuentro consigo misma. Afortunada que es de cada noche hacer lo que ama.

Lleva el cabello suelto y con eso reafirma su idea de libertad. La energía vital que la habita transmuta su alma y emerge de sus labios en forma de expresión, llenando la noche y los cerros de Monterrey con esa “Llorona” que hilvana entre nubes. Hasta el señor de los cerros, El cerro de la silla, quiere venir a bailar con ella. Cuando es el turno de esta canción, envuelve el momento en un rebozo color magenta con deshilado en sus extremos. La Cloaticue agradece la interpretación desde la eternidad que la acompaña. Hábil para el contraste, enseguida receta “La cumbia del mole” y el público, fiel al guión, se pone de pie para intentar bailar con ella entre la grava del piso. La música hermana un público tan disímbolo y discordante.

“Relámpago” viene en el irresistible encore, junto con el corrido de “Tacha, la teibolera”. Coloca el rebozo como banda presidencial sobre su pecho. Eso fue esta noche. De eso se trataba. La seda que la abraza enciende más su tonalidad, porque con Lila Downs, hasta la pasión más lila se vuelve de un magenta espectacular.

p.s. Me quedó a deber “La cama de piedra” Otra vez, otra inolvidable vez, será.

Lorena Sanmillán

Artículo publicado en el suplemento Kultur, el 25/11/09